Entrevista
con Ariel Ardit
Brecha, febrero 24, 2012
TEXTO: ANA LARRAVIDE
FOTOS: MARIANA RUFRANO
TEXTO: ANA LARRAVIDE
FOTOS: MARIANA RUFRANO
“Condiciones naturales” dicen que tiene alguien, cuando afina con
sensibilidad y sin estridencia- como si fuera lo más natural del mundo. Esa
naturalidad instala a Ardit en la
vida cotidiana de quienes, una vez que lo escuchan, lo quieren seguir
escuchando siempre.
Nació en Córdoba, Argentina, el 15 de mayo de 1974. Desde 1982 vive en Buenos Aires. Trabajó su capacidad de decir y cantar embelleciendo las dos cosas: el canto y el decir.
Con la orquesta El Arranque grabó cuatro discos y realizó giras por Europa, Asia y América. Actuó en el Lincoln Center de Nueva York, en el Challiot de París.
Nació en Córdoba, Argentina, el 15 de mayo de 1974. Desde 1982 vive en Buenos Aires. Trabajó su capacidad de decir y cantar embelleciendo las dos cosas: el canto y el decir.
Con la orquesta El Arranque grabó cuatro discos y realizó giras por Europa, Asia y América. Actuó en el Lincoln Center de Nueva York, en el Challiot de París.
Desde
el 2009 canta con su propia orquesta típica; fueron premiados por la edición
del CD/DVD “A los cantores”. Su voz
consigue que temas de hace medio siglo emocionen al público de hoy. Cuando
frasea “la luz de un fósforo fue...” o “nunca más su voz nombró su nombre junto
a mí...” se borran las barreras del tiempo
-Es notable tu simpatía afectiva
con el público y con la orquesta.
-Siempre me imaginé cantor de
orquesta. Es raro, porque es como tener el deseo de algo que uno nunca vio...
No viví la década del 40, pero la añoro: hablaban como en los tangos. No había
un defasaje entre la poesía y la gente.
Homero Manzi, Cátulo Castillo, Celedonio Flores, Cadícamo, Contursi eran
eso: poetas populares. Siento afinidad con ese lenguaje.
Y con la orquesta. Nuestro primer
ensayo fue en 2009. Ese día, en la casa –muy linda- de una amiga música, con
piano de cola, con los arreglos de Andrés Linetzky, con todos los músicos ahí,
y yo con la pilcha de medida, los hombros bien calzados, el largo del saco...
¡todo, todo bien..! Cuando la escuché sonar... ¡me agarró una cosa de emoción!
-¿Deseabas ese lugar desde la infancia?
-Vengo de una familia de actores.
Mis tíos son actores cómicos (mucho antes de encontrarme con el tango empecé a
trabajar con ellos como sonidista
cuando hacían imitaciones). Mi mamá canta (Adriana Oviedo, canta folklore). Los
tíos de mi vieja, en Córdoba, fueron fundadores de la revista Hortensia. El Pelado Alonso y El Gordo
Oviedo. Mi abuela, tenía esa misma
forma de ser: divertida, muy simpática. Una noche de asado y truco en mi casa,
Jorge Vardy -un hermano de mi abuela- puso un disco de Gardel. Él era marino. Y
cantaba muy lindo. En esas reuniones mis tíos ponían a Serrat, Sabina, Sandro.
Esa noche (yo ya estudiaba canto lírico, tenía diecisiete años) Vardy puso a
Gardel.
-¿Y?
-Definitivo. Gardel y los tangos.
Después me gustó Charlo... Un coleccionista me regaló una foto autografiada por
Charlo, con su última mujer: Akiko. Akiko le escribía a Charlo desde Japón, lo
quería conocer . Charlo ya estaba solo, era mayor. Le gustaron las cartas. Le
escribió “Vengasé...” Y ella no volvió más a Japón.
-Te gustan esas anécdotas.
-Crecí
escuchándolas. Y me preguntan “¿Por qué cantás tangos?” Es como si a un tipo que nació en
Italia le preguntaran por qué le gusta la ópera. Uno es lo que escucha, lo que
vive. Yo no he encontrado nada que me lleve, como el tango, a ese lugar
profundo donde algo te arde.
-¿Cómo administrás el caudal de voz?
-La que manda es la sensibilidad:
la acentuación dramática va en concordancia con la música. Vos –intérprete-
estás frente al laburo de un poeta y un músico. No tenés que exagerarlo sino
interpretarlo, hacer partícipe al público, dándole tiempo a sentir. Eso es
todo.
Las versiones de Gardel, de
Fiorentino, de Raúl Berón... ninguna es estridente ni aparatosa.
El público también es intérprete,
de eso que está pasando ante él. Hay que darle margen para que sienta.
-¿Cómo es eso?
- Si viniste a escuchar algo, lo
estoy diciendo para vos y te tengo que hacer participar. Para decirle a alguien
“te quiero mucho” no vas a teatralizar ni decírselo a los gritos. No: cortito y
sentido. Las versiones de Gardel, de Fiorentino, de Raúl Berón... ninguna es
estridente ni aparatosa. Y perduraron ochenta años. Entonces... nos quedamos
con la sutileza. Eso, siempre. Creo en los grandes cantantes, en los que han
dicho las letras de los tangos cantando. Gardel era el que mejor cantaba y el
que menos mostraba. Ésa es la síntesis de todo.
-El maestro Alberto Podestá ha contado que,
cuando le pediste verlo, te dijo “Venga a tomar unos mates, pero no traiga
bizcochitos, que todavía no somos amigos.”
-Ah... Podestá va embelleciendo el
cuento. La verdad: me citó en un bar cercano a donde vive. ¡Yo sentía unos
nervios! Alberto Podestá es un grande. Es como si vos cantaras jazz y
conocieras a Ella Fitzgerald. Yo tenía un disco de Podestá, de tapa en blanco y
negro. Un coleccionista, Gabriel Soria, me dijo: “Podestá está vivo y cantando.
Mirá que es un poco bravo. Pero es bueno.” Entonces llamé... y le dije: “canto
tangos” y él: “algo anduve escuchando” y yo: “querría hablar con usted, tomar
un café...” ¡Yo le quería preguntar todo: qué comía, cuándo dormía, si usaba
medias tres cuartos...! Todo, todo. Me citó, a la vuelta de su casa (él vive
sobre Juan B. Justo) hay un café al que va siempre, el Kentucky; pero como en
ese momento estaban peleados fuimos al de enfrente. ¡Me iba a encontrar con el
de la foto en blanco y negro, el del long play! (ahí comprendés a la gente que espera la salida de los
artistas, para verlos). Bueno: lo conocí. Y ese día nació una amistad muy
linda.
Una noche lo llamé desde Alemania.
Estábamos haciendo una gira y lo llamé. “Alberto, aquí en Europa, en todas las
milongas pasan música tuya”. Me dio ese impulso de llamarlo. Y se puso
contento... (nevaba, hacía un frío tremendo y yo en una cabinita por la calle
llamándolo con esas tarjetas que marcás mil números, preocupado por no hacerte
lío y llamar a China. “Estoy en otro mundo pero puedo contarle esto –pensás- lo
que es la tecnología, qué bueno”... y ¡sentís una carga emotiva!) Ese llamado
también era un poco para mí: “esta gente aprecia su música, sus discos, pero no
lo conoce, yo sí y esto es algo que él y yo compartimos: lo voy llamar.” ¡Y él
se puso muy contento!
-Pero claro.
-De Alberto me emociona que
escuchás lo que cuenta y... ¡m ás que por respuestas a mis preguntas voy
comprendiendo aquel tiempo por sus anécdotas. Empezó a fumar de grande, me
dijo, porque se aburría: iba de una confitería a la otra, las orquestas hacían
entradas –ponéle- de cuarenta minutos y después descansaban, él tenía que
esperar una hora.. caminaba por Corrientes... una noche compró el primer
paquete de cigarrillos. Me lo puedo imaginar, andando por allí en la noche...
Lo que hay en sus cuentos es ¡una
nostalgia! Fue tan distinto aquello a lo que les tocó vivir después. Pensaban
que no se iba a acabar nunca. Eso se lo he escuchado a él, a Emilio Balcarce, a
muchos músicos importantes: aquel Buenos Aires que asociaban con París -aquel
Buenos Aires en que no dormían y era común pagar con dos pesos la mesa de todos
los amigos- pensaban (ni siquiera se ocupaban en pensarlo, creo) que sería así
siempre. Pero esa época pasó. Fue de golpe.
-Como del rayo.
-Un rayo que cayó en el mundo, no
sólo en Buenos Aires: el rock. Un rayo que deslumbró a las discográficas.
En un tiempo, cuando las orquestas
entraban a los estudios de la RCA Víctor ahí se hacía todo: las matrices de los
discos, las fotos, las tapas. De ahí salía el disco terminado. Mirá la cantidad
de gente, de oficios, que habría ahí. Pero allí dejó de entrar el tango.
-“Se fue con toda su grey.”
-Ni más ni menos. Las décadas del
80 y 70 fueron nefastas para el tango. Ya en la del 60, el bastión que lo
sostuvo fue Julio Sosa. Julio Sosa tenía una manera distinta a la del clásico
cantor de orquesta: él se impuso como personaje.
Y lo llamó a Leopoldo Federico
para formar una orquesta.
En los años que siguieron... no
sólo el tango, el jazz –tan importante en los Estados Unidos- también sufrió el
embate del rock. El rock vino a llevarse el signo de pertenencia que tenía la
gente con cada música de su región.
Pero, al ir pasando el tiempo, los
que tuvimos diez años en los 90 encontramos ganas de identificarnos
culturalmente. Y esa identificación nos la dio el tango. Yo venía de una casa
donde se escuchaba folklore. No estaba alejado del tango. Pero muchos amigos
músicos, con otros comienzos, al escucharlo dijeron “¡Esto!” y se sintieron
representados: fuimos al tango tradicional, tangos del 30, del 20, con
guitarras. A las raíces.
-¿Qué harás después de A los cantores?
-Manzi, lado B... un CD con temas infrecuentes de Manzi. Falta
mezclarlo, editarlo. Y ya está. Tiene una pequeña historia: un coleccionista me
invitó a su casa, por un tema, uno sólo, de un viejo LP. En una de ésas le
pregunto: “¿Qué hay del otro lado, del lado B?” “Ah, no sé. Nunca lo escuché.”
¡Había comprado el LP sólo para escuchar un tema del lado A! Lo tuvo guardado
medio siglo sin escuchar el otro lado.
-Las letras de Manzi son como
pequeñas obras de teatro: se levanta el telón: ves al ciego que fuma, sentado
en el umbral...
-Se escribía de una manera en los
30, de otra en los 40... En los 50 los Expósito salieron de los temas descriptivos,
le agregaron al tango esa cuestión metafísica que lo llevó a otra dimensión
poética. Más abstracta. La letra de Naranjo en flor la forman afirmaciones
sueltas, frases que no tienen mucho que ver unas con otras; pero juntas son
inolvidables.
El tango le da lugar a la
tragedia, a la ironía, a la esperanza.
¡Y tiene un poder de síntesis!...
“Triunfás porque sos apenas embrión de carne cansada”... ¡presente, futuro y
pasado en una línea! O “el
misterio de adiós que silba el tren.”¿alguien podría evocar mejor el misterio
de las despedidas?
-No haga llorar, Ardit.
- Me he vuelto llorón desde que
tengo a mis hijas. Yo era más reservado. Ahora siento impunidad para
emocionarme y cuando me emociono, lloro.
Ariel
Ardit, al decir esto sonríe. Una sonrisa plena, candorosa, confiada; una
sonrisa que hace sonreír. Más luminosa que la de Gardel. Y es decir.
www.arielardit.com
RECUADRO
Todos llevamos valijas
ajenas
Mi
padre cantaba tangos. Cantaba cuando iba manejando por la rambla, en
Montevideo. Tenía un Chrysler del año 28 que nunca dio más de sesenta
kilómetros por hora. Como les digo, cantaba mientras manejaba y a mí nunca me
pareció que nadie cantara mejor porque cantaba como quien va contando cuentos,
con una voz tan agradable, tan sin esfuerzo, tan linda voz. Me gustaba
escucharle esas palabras que cuando las cantaba me parecían una sola, como
“sintéticanochetriste decrónicapolicial” o “colgadadelfrágiltrapecio
sucuerpoeleganteparecíalsaltar...”
Le gustaban los
tangos de su juventud, los tangos del 40 y 50, y sabía cosas rarísimas sobre
ellos. O se las inventaba. “Todos llevamos valijas ajenas -me dijo una vez y me
habló de un poema de Bertolt Brecht: ese poema cuenta que Lao-Tse, ya muy
viejito, había llegado a saber que el agua vence hasta a las piedras. Caminaba,
Lao Tsé, con un discípulo y estaba por cruzar una frontera. El aduanero que lo
detuvo le preguntó si llevaba algo de valor; el discípulo le dijo que sí: “sabe
cosas valiosas, mi maestro: sabe que el agua blanda acaba por vencer. Lo duro
pierde.” y el aduanero le pidió “escríbeme eso, escríbemelo”. Bueno, Bertolt
Brecht escribió ese poema en 1937 –dijo mi padre– supongo que sería la época en
que empezaba a difundirse el I Ching en Occidente. Supongo que Discépolo (que
murió en 1950) debe haber leído ese poema de Brecht. Supongo que un día
cualquiera, tomando un café con Tania... con el eco de ese recuerdo escribió en
una servilleta de boliche "Era más blanda que el agua, que el agua
blanda". Cuando murió Discépolo, Tania le regaló esa servilleta, esa
frase, a los hermanos Expósito. Y tenemos Naranjo en flor.”
Cosas
así contaba mi padre. Y siempre las creí. Porque yo tenía catorce años y porque
él tenía una voz muy convincente. Mi complejo de Edipo consistió por supuesto
en creer que no habría más voces así.
Una
noche en el Torcuato Tasso volví a escuchar cantar con sencillez, una voz
agradable contando los cuentos que cuentan los tangos. No cantaba como si
estuviera frente a un público que lo fuera a aplaudir sino como si fuera
manejando una vieja cachila, del año 28, por la rambla sur de Montevideo.
Desde entonces
resolví mi complejo de Edipo. Me traje a casa Doble A y Ni más ni
menos y algunos otras grabaciones. Pero sobre todo estoy atenta a encontrar
en cualquier parte a Ariel Ardit. Lo busco en Tres esquinas... Lo busco por el
centro, lo busco por el Tasso. Lo busco por si acaso nos fuéramos del
brazo.
Ana
Larravide
On dit de quelqu’un qu’il « est
doué » quand il chante avec sensibilité, armonie, naturel.
C’est ce naturel qui place Ardit dans la vie quotidienne de
ceux qui l’écoutent et qui fait
qu’une fois rencontré on veut toujours
l’écouter.
Il est né à Cordoba le 15 Mai 1974. Depuis
1982 il vit à Buenos Aires. Il a développé l’art de dire et de chanter pour le bonheur de l’un et l’autre: le chant et le dire.
Il enregistra ses premiers disques avec
l’orchestre « El Arranque »
Il y a eu des tours en Europe, en Asie, en Amérique, des concerts au
Lincoln Centre et au Théatre Chaillot de Paris.
Depuis 2009 il chante avec son orchestre,
son CD/DVD «A los Cantores» a été
recompensé.
Avec des thèmes vieux d’un demi-siècle il
réussit à émouvoir le public d’
aujourd’hui.
«La lumière d’une allumette fut…» «Sa voix ne dit jamais son nom auprès
de moi» les barrières du temps disparaissent.
Entre le public et toi il y a une relation de
sympathie évidente.
Je me suis toujours considéré comme un
chanteur d’orchestre. C’est bizarre, c’est comme aimer quelque chose qu’on n’a
jamais vue. Je n’ai pas vécu les années 40 mais j’en ai une grande
nostalgie. Les personnes parlaient
comme dans les Tangos, la poésie et le chant étaient une seule chose. Homero
Manzi, Cátulo Castillo, Celedonio Flores, Cadicamo, Contursi, étaient des
poètes populaires, je me sens proche de ce langage.
Notre première répétition eu lieu en 2009.
Ce jour-là, dans la belle maison d’une amie musicienne, avec l’arrangement d’ Andrés Linetzky, un grand piano et
l’orchestre, moi bien mis avec un complet fait mesure, quand l’orchestre
commença ce fut un moment d’une grande émotion.
Tu attendais ça depuis ton enfance?
Je viens d’une famille d’acteurs. Mes
oncles sont des comédiens - bien avant de rencontrer le Tango je travaillais
avec eux - Ma mère est chanteuse.
Ses oncles on créé le magazine « Hortensia » Ma grand-mère avait la même
personnalité, drôle et sympathique.
Un soirée de barbecue et de jeux de cartes un de mes grands-oncles qui
était marin et bon chanteur, nous fit écouter Gardel.
Et alors?
Ce fut le moment définitif. Gardel et les
Tangos. Après j’ai rencontré Charlo. Un collectionneur m’avait offert sa photo
autographiée : Charlo et
Akiko, sa première femme,
qui lui écrivait du Japon, Charlo
l’invita : «Venez». Elle ne
retourna jamais au Japon.
Tu aimes les anecdotes.
Elles font partie de mon enfance. On me
demande : «Pourquoi tu chantes des Tangos?» C’est comme demander à un
Italien pourquoi il aime l’Opéra. On est ce qu’on écoute, ce qu’on vit. Le
Tango m’ amène à cet endroit profond qui brûle en moi.
Comment contrôles tu ta capacité vocale?
Je suis guidé par la sensibilité, la
valeur dramatique de la musique. En tant qu’interprète on est devant un poète et un musicien. Il ne s’agit
pas d’exagérer mais d’interpréter, de donner au public le temps de l’émotion
pour qu’il y participe. Voilà.
Le public est lui aussi interprète de ce
qui se passe devant lui, il faut lui permettre le temps de l’émotion
Comment?
Quand tu viens écouter quelque chose je le
chante pour toi et dois te faire participer.
Pour dire à quelqu’un «Je t’aime beaucoup»
pas besoin d’ exagérer, pas du
tout.
Il faut être bref et sincère. Les
interprétations de Gardel, de Fiorentino, de Raul Beron… ne sont jamais chargées ou exagérées et elles
perdurent après 80 ans. On garde
la subtilité, ça toujours. Je crois aux grands chanteurs, Gardel était le
meilleur, il chantait sans effort, c’est ça la synthèse de tout.
Le
maestro Alberto Podesta racconte que quand tu as voulu le rencontrer il t’a
répondu «Venez prendre quelques « mates » mais n’apportez pas de
biscuits, on ne se connaît pas encore.»
Ah… ! Podesta c’est une belle
histoire ! On s’est donné rendez-vous dans un café près de chez lui,
J’étais nerveux, Alberto Podesta est
« un grand » C’était comme rencontrer Ella Fitzgerald si tu aimes le
jazz. J’avais un disque de Podesta et un collectionneur me dit !
« Podesta vit et chante encore. Il est difficile mais une bonne
personne » Je lui téléphonai et
lui dit : « Je chante des Tangos » Il me répondit qu’il avait entendu quelques uns . Je
continuai : « Je veux parler avec vous, prendre un café» Je voulais tout connaître de lui: ce
qu’il mangeait, quand il dormait, quelles chaussettes il portait ! Absolument
tout . On s’est donné rdv. près de sa maison. J’allais rencontrer l’homme de la photo, l’artiste du long
play - tu comprends alors pourquoi le public attend à la sortie des
artistes. On s’est rencontré et à
partir de ce jour-là est née une belle amitié.
Un soir, j’étais en tour en Allemagne
et je l’appelle: « On joue ta
musique partout » Il était ravi. J’étais dans la cabine avec ma carte et
appuyais sur le clavier les chiffres interminables,
il neigeait et faisait un froid de canard.
« Ici en Europe, on joue ta musique partout » Malgré la distance je pouvais
lui dire ça, c’est bon la technologie! Cet appel était important pour
moi-aussi, ces gens-là appréciaient sa
musique sans le connaître, moi je le connaissais, je devais partager ça avec
lui.
Bien sûr.
Ce que j’aime chez Alberto c’est que je connais ce temps-là à
travers ses anecdotes plutôt que ses réponses. Il commença tard à fumer, il s’
ennuyait, entrait et sortait des salons de thé, les orchestres jouaient 40 minutes et arrêtaient. Il attendait
et marchait par Avenida
Corrientes, un soir il acheta son premier paquet. Dans ses anecdotes il y a une
nostalgie. Si différent de ce qu’il a vécu plus tard. Ils pensaient que ça ne
finirait jamais ! c’est lui
qui me l’a dit, et aussi Emilio Balcarce et beaucoup d’autres musiciens
importants. Le Buenos Aires qu’ils comparaient à Paris, les soirées quand on
pouvait payer une table d’amis avec 2 pesos. Ils pensaient que ça durerait
toujours. Mais c’est fini, Un sacré coup
Comme une
foudre.
Une foudre qui frappa tout le monde, pas seulement Buenos Aires. Elle
frappa les maisons de disques. Dans le temps les orchestres allaient à la RCA
Victor, là on faisait tout : les photos, les couvertures, les disques.
Quand on pense à la quantité de personnes et à tous les metiers !
Mais le Tango n’y est jamais entré.
Il est parti avec ses adeptes.
Tout à fait. Les années 70 et 80 furent
des années dures pour le Tango. Dans les années 60
il fut soutenu par Julio Sosa . Il avait un style particulier,
différent du chanteur traditionnel. Il s’imposa comme personnalité. Leopoldo
Federico l’invita à former un orchestre. Même le jazz, si important aux USA, subit l’effet du Rock, le Rock fit
un vrai ravage, Il emporta tout, même les musiques régionales, l’identité que
les gens avaient avec leur musique disparut.
Plus tard, ceux d’entre nous qui étaient
adolescents dans les années 90, cherchaient une identité culturelle. On la
trouva dans le Tango. Chez moi on écoutait du folklore, on n’était pas trop
loin, beaucoup d’amis, intéressés dans d’autres musiques, en écoutant le Tango
se sont dit : «Ça y
est !» Ils se sont rencontrés
dans cette musique. On fit un retour vers le Tango traditionnel des années 20 -
30, on joua de la guitare, un retour aux racines.
Qu’est-ce que tu feras après «A los
Cantores»?
« Manzi côté B » des pièces peu connues de Manzi Il faut sélectionner, éditer et c’est
fini. Il y a une petite histoire: un collectionneur m’invita chez lui pour me
faire écouter une pièce, une seule, d’un vieux LP. Tout d’un coup je lui
demande: qu’est-ce qu’il y a de l’autre côté ? le côté B ? Il répondit: «Aucune idée, je ne l’ai
jamais écouté».
Il avait acheté le disque pour n’ écouter
qu’une pièce dans le côté A ! Il l’avait gardé 50 ans sans jamais écouter
l’autre côté !
Les
paroles de Manzi sont comme de petites pièces de théâtre. On lève le rideau, tu
vois l’aveugle qui fume assis sous le portail.
Dans les les années 30 on écrivait d’une
façon, dans les 40 d’une autre. Dans les années 50
Les Expósito introduirent un
caractère métaphysique qui donna
au Tango cette dimension plus abstraite et poétique. «Naranjo en flor» est
fait d’affirmations éparpillées, des phrases sans trop de
rapport les unes avec les autres, mais l’ensemble est inoubliable.
Le Tango offre un espace à la tragédie, à
l’ironie, à l’espoir et il a un
pouvoir de synthèse ! «Triunfás porque sos apenas embrión de carne
cansada » Le présent, le futur et le passé dans une ligne ! Ou
bien : «El misterio de adiós que silba el tren» Comment on pourrait
évoquer mieux le mystère du départ?
Ne me fais pas pleurer, Ardit !
Depuis que j’ai deux filles, je suis
devenu un pleurnichard ! Avant j’étais plus reservé.
Maintenant je me sens plus vulnérable,
quand je suis touché je pleure.
Il dit ça avec un sourire plein de candeur, confiant,
qui fait rire, plus lumineux que
celui de Gardel et... ça c’est quelque chose.
(*)
Traducción de Ofelia
Scremini, de esta entrevista que fue publicada en el semanario
Brecha, de Montevideo, Uruguay, con el título Canta el tango como ninguno. Fécamp, 2012.
Las fotos en esta entrevista con Ariel Ardit las tomó Mariana Rufrano, en el bar notable La Farmacia.
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