lunes, marzo 03, 2014

Ariel Ardit

Entrevista con Ariel Ardit  
Brecha, febrero 24, 2012
TEXTO: ANA LARRAVIDE
FOTOS: MARIANA RUFRANO


Así se canta el tango




“Condiciones naturales” dicen que tiene alguien, cuando afina con sensibilidad y sin estridencia- como si fuera lo más natural del mundo. Esa naturalidad instala a Ardit  en la vida cotidiana de quienes, una vez que lo escuchan, lo quieren seguir escuchando siempre.
         Nació en Córdoba, Argentina, el 15 de mayo de 1974. Desde 1982 vive en Buenos Aires. Trabajó su capacidad de decir y cantar embelleciendo las dos cosas: el canto y el decir.          
         Con la orquesta El Arranque grabó cuatro discos y realizó giras por Europa, Asia y América. Actuó en el Lincoln Center de Nueva York, en el Challiot de París.
         Desde el 2009 canta con su propia orquesta típica; fueron premiados por la edición del CD/DVD “A los cantores”. Su voz consigue que temas de hace medio siglo emocionen al público de hoy. Cuando frasea “la luz de un fósforo fue...” o “nunca más su voz nombró su nombre junto a mí...” se borran las barreras del tiempo

                                   
-Es notable tu simpatía afectiva con el público y con la orquesta.

-Siempre me imaginé cantor de orquesta. Es raro, porque es como tener el deseo de algo que uno nunca vio... No viví la década del 40, pero la añoro: hablaban como en los tangos. No había un defasaje entre la poesía y la gente.  Homero Manzi, Cátulo Castillo, Celedonio Flores, Cadícamo, Contursi eran eso: poetas populares. Siento afinidad con ese lenguaje.
Y con la orquesta. Nuestro primer ensayo fue en 2009. Ese día, en la casa –muy linda- de una amiga música, con piano de cola, con los arreglos de Andrés Linetzky, con todos los músicos ahí, y yo con la pilcha de medida, los hombros bien calzados, el largo del saco... ¡todo, todo bien..! Cuando la escuché sonar... ¡me agarró una cosa de emoción!

-¿Deseabas ese lugar desde la infancia?

-Vengo de una familia de actores. Mis tíos son actores cómicos (mucho antes de encontrarme con el tango empecé a trabajar  con ellos como sonidista cuando hacían imitaciones). Mi mamá canta (Adriana Oviedo, canta folklore). Los tíos de mi vieja, en Córdoba, fueron fundadores de la revista Hortensia. El Pelado Alonso y El Gordo Oviedo. Mi abuela, tenía esa  misma forma de ser: divertida, muy simpática. Una noche de asado y truco en mi casa, Jorge Vardy -un hermano de mi abuela- puso un disco de Gardel. Él era marino. Y cantaba muy lindo. En esas reuniones mis tíos ponían a Serrat, Sabina, Sandro. Esa noche (yo ya estudiaba canto lírico, tenía diecisiete años) Vardy puso a Gardel.

-¿Y?

-Definitivo. Gardel y los tangos. Después me gustó Charlo... Un coleccionista me regaló una foto autografiada por Charlo, con su última mujer: Akiko. Akiko le escribía a Charlo desde Japón, lo quería conocer . Charlo ya estaba solo, era mayor. Le gustaron las cartas. Le escribió “Vengasé...” Y ella no volvió más a Japón.

-Te gustan esas anécdotas.

-Crecí escuchándolas. Y me preguntan “¿Por qué cantás tangos?”  Es como si a un tipo que nació en Italia le preguntaran por qué le gusta la ópera. Uno es lo que escucha, lo que vive. Yo no he encontrado nada que me lleve, como el tango, a ese lugar profundo donde algo te arde.

-¿Cómo administrás el caudal de voz?

-La que manda es la sensibilidad: la acentuación dramática va en concordancia con la música. Vos –intérprete- estás frente al laburo de un poeta y un músico. No tenés que exagerarlo sino interpretarlo, hacer partícipe al público, dándole tiempo a sentir. Eso es todo.
Las versiones de Gardel, de Fiorentino, de Raúl Berón... ninguna es estridente ni aparatosa.
El público también es intérprete, de eso que está pasando ante él. Hay que darle margen para que sienta.

-¿Cómo es eso?

- Si viniste a escuchar algo, lo estoy diciendo para vos y te tengo que hacer participar. Para decirle a alguien “te quiero mucho” no vas a teatralizar ni decírselo a los gritos. No: cortito y sentido. Las versiones de Gardel, de Fiorentino, de Raúl Berón... ninguna es estridente ni aparatosa. Y perduraron ochenta años. Entonces... nos quedamos con la sutileza. Eso, siempre. Creo en los grandes cantantes, en los que han dicho las letras de los tangos cantando. Gardel era el que mejor cantaba y el que menos mostraba. Ésa es la síntesis de todo.

-El maestro Alberto Podestá ha contado que, cuando le pediste verlo, te dijo “Venga a tomar unos mates, pero no traiga bizcochitos, que todavía no somos amigos.”

-Ah... Podestá va embelleciendo el cuento. La verdad: me citó en un bar cercano a donde vive. ¡Yo sentía unos nervios! Alberto Podestá es un grande. Es como si vos cantaras jazz y conocieras a Ella Fitzgerald. Yo tenía un disco de Podestá, de tapa en blanco y negro. Un coleccionista, Gabriel Soria, me dijo: “Podestá está vivo y cantando. Mirá que es un poco bravo. Pero es bueno.” Entonces llamé... y le dije: “canto tangos” y él: “algo anduve escuchando” y yo: “querría hablar con usted, tomar un café...” ¡Yo le quería preguntar todo: qué comía, cuándo dormía, si usaba medias tres cuartos...! Todo, todo. Me citó, a la vuelta de su casa (él vive sobre Juan B. Justo) hay un café al que va siempre, el Kentucky; pero como en ese momento estaban peleados fuimos al de enfrente. ¡Me iba a encontrar con el de la foto en blanco y negro, el del long play! (ahí comprendés  a la gente que espera la salida de los artistas, para verlos). Bueno: lo conocí. Y ese día nació una amistad muy linda.
Una noche lo llamé desde Alemania. Estábamos haciendo una gira y lo llamé. “Alberto, aquí en Europa, en todas las milongas pasan música tuya”. Me dio ese impulso de llamarlo. Y se puso contento... (nevaba, hacía un frío tremendo y yo en una cabinita por la calle llamándolo con esas tarjetas que marcás mil números, preocupado por no hacerte lío y llamar a China. “Estoy en otro mundo pero puedo contarle esto –pensás- lo que es la tecnología, qué bueno”... y ¡sentís una carga emotiva!) Ese llamado también era un poco para mí: “esta gente aprecia su música, sus discos, pero no lo conoce, yo sí y esto es algo que él y yo compartimos: lo voy llamar.” ¡Y él se puso muy contento!

-Pero claro.

-De Alberto me emociona que escuchás lo que cuenta y... ¡m ás que por respuestas a mis preguntas voy comprendiendo aquel tiempo por sus anécdotas. Empezó a fumar de grande, me dijo, porque se aburría: iba de una confitería a la otra, las orquestas hacían entradas –ponéle- de cuarenta minutos y después descansaban, él tenía que esperar una hora.. caminaba por Corrientes... una noche compró el primer paquete de cigarrillos. Me lo puedo imaginar, andando por allí en la noche...
Lo que hay en sus cuentos es ¡una nostalgia! Fue tan distinto aquello a lo que les tocó vivir después. Pensaban que no se iba a acabar nunca. Eso se lo he escuchado a él, a Emilio Balcarce, a muchos músicos importantes: aquel Buenos Aires que asociaban con París -aquel Buenos Aires en que no dormían y era común pagar con dos pesos la mesa de todos los amigos- pensaban (ni siquiera se ocupaban en pensarlo, creo) que sería así siempre. Pero esa época pasó. Fue de golpe.

-Como del rayo.

-Un rayo que cayó en el mundo, no sólo en Buenos Aires: el rock. Un rayo que deslumbró a las discográficas.
En un tiempo, cuando las orquestas entraban a los estudios de la RCA Víctor ahí se hacía todo: las matrices de los discos, las fotos, las tapas. De ahí salía el disco terminado. Mirá la cantidad de gente, de oficios, que habría ahí. Pero allí dejó de entrar el tango.

-“Se fue con toda su grey.”

-Ni más ni menos. Las décadas del 80 y 70 fueron nefastas para el tango. Ya en la del 60, el bastión que lo sostuvo fue Julio Sosa. Julio Sosa tenía una manera distinta a la del clásico cantor de orquesta: él se impuso como personaje.
Y lo llamó a Leopoldo Federico para formar una orquesta.
En los años que siguieron... no sólo el tango, el jazz –tan importante en los Estados Unidos- también sufrió el embate del rock. El rock vino a llevarse el signo de pertenencia que tenía la gente con cada música de su región.
Pero, al ir pasando el tiempo, los que tuvimos diez años en los 90 encontramos ganas de identificarnos culturalmente. Y esa identificación nos la dio el tango. Yo venía de una casa donde se escuchaba folklore. No estaba alejado del tango. Pero muchos amigos músicos, con otros comienzos, al escucharlo dijeron “¡Esto!” y se sintieron representados: fuimos al tango tradicional, tangos del 30, del 20, con guitarras. A las raíces.

-¿Qué harás después de A los cantores?

-Manzi, lado B... un CD con temas infrecuentes de Manzi. Falta mezclarlo, editarlo. Y ya está. Tiene una pequeña historia: un coleccionista me invitó a su casa, por un tema, uno sólo, de un viejo LP. En una de ésas le pregunto: “¿Qué hay del otro lado, del lado B?” “Ah, no sé. Nunca lo escuché.” ¡Había comprado el LP sólo para escuchar un tema del lado A! Lo tuvo guardado medio siglo sin escuchar el otro lado.

-Las letras de Manzi son como pequeñas obras de teatro: se levanta el telón: ves al ciego que fuma, sentado en el umbral...

-Se escribía de una manera en los 30, de otra en los 40... En los 50 los Expósito salieron de los temas descriptivos, le agregaron al tango esa cuestión metafísica que lo llevó a otra dimensión poética. Más abstracta. La letra de Naranjo en flor la forman afirmaciones sueltas, frases que no tienen mucho que ver unas con otras; pero juntas son inolvidables.
El tango le da lugar a la tragedia, a la ironía, a la esperanza.
¡Y tiene un poder de síntesis!... “Triunfás porque sos apenas embrión de carne cansada”... ¡presente, futuro y pasado en una línea!  O “el misterio de adiós que silba el tren.”¿alguien podría evocar mejor el misterio de las despedidas?

-No haga llorar, Ardit.
- Me he vuelto llorón desde que tengo a mis hijas. Yo era más reservado. Ahora siento impunidad para emocionarme y cuando me emociono, lloro.
       
         Ariel Ardit, al decir esto sonríe. Una sonrisa plena, candorosa, confiada; una sonrisa que hace sonreír. Más luminosa que la de Gardel. Y es decir.




www.arielardit.com
RECUADRO

Todos llevamos valijas ajenas

Mi padre cantaba tangos. Cantaba cuando iba manejando por la rambla, en Montevideo. Tenía un Chrysler del año 28 que nunca dio más de sesenta kilómetros por hora. Como les digo, cantaba mientras manejaba y a mí nunca me pareció que nadie cantara mejor porque cantaba como quien va contando cuentos, con una voz tan agradable, tan sin esfuerzo, tan linda voz. Me gustaba escucharle esas palabras que cuando las cantaba me parecían una sola, como “sintéticanochetriste decrónicapolicial” o “colgadadelfrágiltrapecio sucuerpoeleganteparecíalsaltar...”
Le gustaban los tangos de su juventud, los tangos del 40 y 50, y sabía cosas rarísimas sobre ellos. O se las inventaba. “Todos llevamos valijas ajenas -me dijo una vez y me habló de un poema de Bertolt Brecht: ese poema cuenta que Lao-Tse, ya muy viejito, había llegado a saber que el agua vence hasta a las piedras. Caminaba, Lao Tsé, con un discípulo y estaba por cruzar una frontera. El aduanero que lo detuvo le preguntó si llevaba algo de valor; el discípulo le dijo que sí: “sabe cosas valiosas, mi maestro: sabe que el agua blanda acaba por vencer. Lo duro pierde.” y el aduanero le pidió “escríbeme eso, escríbemelo”. Bueno, Bertolt Brecht escribió ese poema en 1937 –dijo mi padre– supongo que sería la época en que empezaba a difundirse el I Ching en Occidente. Supongo que Discépolo (que murió en 1950) debe haber leído ese poema de Brecht. Supongo que un día cualquiera, tomando un café con Tania... con el eco de ese recuerdo escribió en una servilleta de boliche "Era más blanda que el agua, que el agua blanda". Cuando murió Discépolo, Tania le regaló esa servilleta, esa frase, a los hermanos Expósito. Y tenemos Naranjo en flor.”
Cosas así contaba mi padre. Y siempre las creí. Porque yo tenía catorce años y porque él tenía una voz muy convincente. Mi complejo de Edipo consistió por supuesto en creer que no habría más voces así.
Una noche en el Torcuato Tasso volví a escuchar cantar con sencillez, una voz agradable contando los cuentos que cuentan los tangos. No cantaba como si estuviera frente a un público que lo fuera a aplaudir sino como si fuera manejando una vieja cachila, del año 28,  por la rambla sur de Montevideo.
Desde entonces resolví mi complejo de Edipo. Me traje a casa Doble A y Ni más ni menos y algunos otras grabaciones. Pero sobre todo estoy atenta a encontrar en cualquier parte a Ariel Ardit. Lo busco en Tres esquinas... Lo busco por el centro, lo busco por el Tasso. Lo busco por si acaso nos fuéramos del brazo.                           
                                                                                                                        Ana Larravide





Entretien avec  Ariel Ardit (*)

On dit de quelqu’un qu’il « est doué » quand il chante avec sensibilité, armonie, naturel.
 C’est ce naturel qui place Ardit dans la vie quotidienne de ceux qui l’écoutent et qui fait
qu’une fois rencontré on veut toujours l’écouter.
Il est né à Cordoba le 15 Mai 1974. Depuis 1982 il vit à Buenos Aires. Il a développé l’art  de dire et de chanter pour le bonheur de  l’un et l’autre: le chant et le dire.
Il enregistra ses premiers disques avec l’orchestre « El Arranque »  Il y a eu des tours en Europe, en Asie, en Amérique, des concerts au Lincoln Centre et au Théatre Chaillot de Paris.
Depuis 2009 il chante avec son orchestre, son CD/DVD  «A los Cantores» a été recompensé.
Avec des thèmes vieux d’un demi-siècle il réussit à émouvoir  le public d’ aujourd’hui.
«La lumière d’une allumette fut…»  «Sa voix ne dit jamais son nom auprès de moi» les barrières du temps disparaissent.

Entre le public et toi il y a une relation de sympathie évidente.

Je me suis toujours considéré comme un chanteur d’orchestre. C’est bizarre, c’est comme aimer quelque chose qu’on n’a jamais vue. Je n’ai pas vécu les années 40 mais j’en ai une grande nostalgie.  Les personnes parlaient comme dans les Tangos, la poésie et le chant étaient une seule chose. Homero Manzi, Cátulo Castillo, Celedonio Flores, Cadicamo, Contursi, étaient des poètes populaires, je me sens proche de ce langage.
Notre première répétition eu lieu en 2009. Ce jour-là, dans la belle maison d’une amie musicienne, avec l’arrangement  d’ Andrés Linetzky, un grand piano et l’orchestre, moi bien mis avec un complet fait mesure, quand l’orchestre commença ce fut un moment d’une grande émotion.

Tu attendais ça depuis ton enfance?

Je viens d’une famille d’acteurs. Mes oncles sont des comédiens - bien avant de rencontrer le Tango je travaillais avec eux -  Ma mère est chanteuse. Ses oncles on créé le magazine « Hortensia »  Ma grand-mère avait la même personnalité, drôle et sympathique.
Un soirée de  barbecue et de jeux de cartes un de mes grands-oncles qui était marin et bon chanteur, nous fit écouter  Gardel.

Et alors?

Ce fut le moment définitif. Gardel et les Tangos. Après j’ai rencontré Charlo. Un collectionneur m’avait offert sa photo autographiée : Charlo et  Akiko, sa première femme,
qui lui écrivait du Japon, Charlo l’invita : «Venez».  Elle ne retourna jamais au Japon.

Tu aimes les anecdotes.

Elles font partie de mon enfance. On me demande : «Pourquoi tu chantes des Tangos?» C’est comme demander à un Italien pourquoi il aime l’Opéra. On est ce qu’on écoute, ce qu’on vit. Le Tango m’ amène à cet endroit profond qui brûle en moi.

Comment contrôles tu ta capacité vocale?

Je suis guidé par la sensibilité, la valeur dramatique de la musique. En tant qu’interprète on est devant  un poète et un musicien. Il ne s’agit pas d’exagérer mais d’interpréter, de donner au public le temps de l’émotion pour qu’il y participe. Voilà.
Le public est lui aussi interprète de ce qui se passe devant lui, il faut lui permettre le temps de  l’émotion

Comment?

Quand tu viens écouter quelque chose je le chante pour toi et dois te faire participer.
Pour dire à quelqu’un «Je t’aime beaucoup» pas besoin d’ exagérer,  pas du tout.
Il faut être bref et sincère. Les interprétations de Gardel, de Fiorentino, de Raul Beron… ne sont jamais  chargées ou exagérées et elles perdurent après  80 ans. On garde la subtilité, ça toujours. Je crois aux grands chanteurs, Gardel était le meilleur, il chantait sans effort, c’est ça la synthèse de tout.

Le maestro Alberto Podesta racconte que quand tu as voulu le rencontrer il t’a répondu «Venez prendre quelques « mates » mais n’apportez pas de biscuits, on ne se connaît pas encore.»

Ah… ! Podesta c’est une belle histoire ! On s’est donné rendez-vous dans un café près de chez lui,
J’étais nerveux, Alberto Podesta est « un grand » C’était comme rencontrer Ella Fitzgerald si tu aimes le jazz. J’avais un disque de Podesta et un collectionneur me dit ! « Podesta vit et chante encore. Il est difficile mais une bonne personne »  Je lui téléphonai et lui dit : « Je chante des Tangos »  Il me répondit qu’il avait entendu quelques uns . Je continuai : « Je veux parler avec vous, prendre un café»    Je voulais tout connaître de lui: ce qu’il mangeait, quand il dormait, quelles chaussettes il portait ! Absolument tout . On s’est donné rdv. près de sa maison.  J’allais rencontrer l’homme de la photo, l’artiste du long play - tu comprends alors pourquoi le public attend à  la sortie des artistes.  On s’est rencontré et à partir de ce jour-là est née une belle amitié.
Un soir, j’étais en tour en Allemagne et  je l’appelle: « On joue ta musique partout » Il était ravi. J’étais dans la cabine avec ma carte et appuyais sur le clavier les chiffres interminables,
il neigeait et faisait un froid de canard. « Ici en Europe, on joue ta musique partout » Malgré la distance je pouvais lui dire ça, c’est bon la technologie! Cet appel était important pour
moi-aussi, ces gens-là appréciaient sa musique sans le connaître, moi je le connaissais, je devais partager ça avec lui.

Bien sûr.

Ce que j’aime chez Alberto  c’est que je connais ce temps-là à travers ses anecdotes plutôt que ses réponses. Il commença tard à fumer, il s’ ennuyait, entrait et sortait des salons de thé, les orchestres jouaient  40 minutes et arrêtaient. Il attendait et marchait par Avenida  Corrientes, un soir il acheta son premier paquet.  Dans ses anecdotes il y a une nostalgie. Si différent de ce qu’il a vécu plus tard. Ils pensaient que ça ne finirait jamais ! c’est  lui qui me l’a dit, et aussi Emilio Balcarce et beaucoup d’autres musiciens importants. Le Buenos Aires qu’ils comparaient à Paris, les soirées quand on pouvait payer une table d’amis avec 2 pesos. Ils pensaient que ça durerait toujours. Mais c’est fini, Un sacré coup

Comme une  foudre.

Une foudre  qui frappa tout le monde, pas seulement Buenos Aires. Elle frappa les maisons de disques. Dans le temps les orchestres allaient à la RCA Victor, là on faisait tout : les photos, les couvertures, les disques. Quand on pense à la quantité de personnes et  à tous les metiers !
Mais le Tango n’y est jamais entré.

Il est parti avec ses adeptes.

Tout à fait. Les années 70 et 80 furent des années dures pour le Tango. Dans les années 60
il fut soutenu par Julio Sosa .  Il avait un style particulier, différent du chanteur traditionnel. Il s’imposa comme personnalité. Leopoldo Federico l’invita à former un orchestre. Même le jazz, si important aux  USA, subit l’effet du Rock, le Rock fit un vrai ravage, Il emporta tout, même les musiques régionales, l’identité que les gens avaient avec leur musique disparut.
Plus tard, ceux d’entre nous qui étaient adolescents dans les années 90, cherchaient une identité culturelle. On la trouva dans le Tango. Chez moi on écoutait du folklore, on n’était pas trop loin, beaucoup d’amis, intéressés dans d’autres musiques, en écoutant le Tango se sont  dit : «Ça y est !»  Ils se sont rencontrés dans cette musique. On fit un retour vers le Tango traditionnel des années 20 - 30, on joua de la guitare, un retour aux racines.

Qu’est-ce que tu feras après «A los Cantores»?     

« Manzi côté B »  des pièces peu connues de Manzi  Il faut sélectionner, éditer et c’est fini. Il y a une petite histoire: un collectionneur m’invita chez lui pour me faire écouter une pièce, une seule, d’un vieux LP. Tout d’un coup je lui demande: qu’est-ce qu’il y a de l’autre côté ? le côté B ?  Il répondit: «Aucune idée, je ne l’ai jamais écouté». 
Il avait acheté le disque pour n’ écouter qu’une pièce dans le côté A ! Il l’avait gardé 50 ans sans jamais écouter l’autre côté !

Les paroles de Manzi sont comme de petites pièces de théâtre. On lève le rideau, tu vois l’aveugle qui fume assis sous le portail.     

Dans les les années 30 on écrivait d’une façon, dans les 40 d’une autre. Dans les années 50
Les Expósito introduirent un caractère  métaphysique qui donna au Tango cette dimension plus abstraite et poétique. «Naranjo en flor» est fait  d’affirmations  éparpillées, des phrases sans trop de rapport les unes avec les autres, mais l’ensemble est inoubliable.
Le Tango offre un espace à la tragédie, à l’ironie, à l’espoir et  il a un pouvoir de synthèse ! «Triunfás porque sos apenas embrión de carne cansada » Le présent, le futur et le passé dans une ligne ! Ou bien : «El misterio de adiós que silba el tren»  Comment on pourrait évoquer mieux le mystère du départ?

Ne me fais pas pleurer, Ardit !

Depuis que j’ai deux filles, je suis devenu un pleurnichard ! Avant j’étais plus reservé.
Maintenant je me sens plus vulnérable, quand je suis touché je pleure.

Il dit ça avec un sourire plein de candeur, confiant, qui fait rire,  plus lumineux que celui de Gardel  et...  ça c’est quelque chose.


                           (*) Traducción de Ofelia Scremini, de esta entrevista que fue publicada en el semanario Brecha, de Montevideo, Uruguay, con el título Canta el tango como ninguno.  Fécamp, 2012.



Las fotos en esta entrevista con Ariel Ardit las tomó Mariana Rufrano, en el bar notable La Farmacia.




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