lunes, marzo 03, 2014

Los olimareños

Con los Olimareños, en 1984.
Entrevista de Ana Larravide para Jaque.

Braulio, ¡venga pa´quí!
Pepe, ¡se va de allá!

“Aunque nadie quiera, quiero
Que el día que yo me muera traigan un buen guitarrero...
¡traigan un buen guitarrero
con la garganta en enero y manos en primavera!

Y que se ponga a cantar una milonga de aquí
Y en ella sepa expresar al pago donde nací.”



  

Este querer terco y jubiloso se multiplica: los guitarreros son dos. Los Olimareños.
Para colmo, no es que “nadie quiera”. Todos queremos que vengan.
Si hay (hubo) alguien que no quería, ese alguien era sordo.
Que vengan, con urgencia, los buenos guitarreros: hay épocas que dejan a los países sin un peso y se habla sin parar de deuda externa; pero que no hubiera, ojalá, deudas internas, que las hay.
Que vengan, que vuelvan, que reciban lo que es de ellos: el afecto –¡cómo no!– la emoción, el lenguaje de entre nosotros, el material para su canto.
Y que nos den. Lo que son capaces de dar y que nos hace falta mientras sea uno (más si son dos) los que no están.
Falta lo que cada uno es capaz de retribuir en emoción, capaz de hacer por la cultura: por el culto del país, de su gente, de su lenguaje, que sin cultivo es tierra baldía.
Porque si se clama por buenos guitarreros hasta en el día que uno se muere ¡cómo no los estaremos precisando –a todos- para vivir, para volver a sentir “las manos en primavera”.


El regreso


La voz de Braulio ¡qué perogrullada decirlo! es musical. Aparte del tono vibrador, de campanario, que puede usar al cantar, en una mesa de boliche se vuelve explicadora, con interés por que todo sea claro. Es una voz afectiva, sale todo el tiempo al encuentro del otro con ¿no? ¿verdad? ¿sabés? Que puntean lo que dice.
         Pepe Guerra se agregó más tarde, con buen humor, con sueño y sin cigarrillos, mirando en redondo para ver a quién “mangaba”. Su voz baja hasta es más baja al conversar, como para ser –en los chistes o en los disgustos- lo más discreto posible.
         Cuando los lectores lean esto ellos van a estar llegando a Montevideo. La charla fue en un café de Buenos Aires.

-       ¿Cuándo regresarán Los Olimareños a Montevideo?
-       Llegaremos el 18 de mayo a Uruguay, a eso del mediodía: desde Carrasco iremos derecho al Estadio Centenario. Ahí a las seis de la tarde haremos un recital y después invitaremos a una conferencia de prensa.
-       ¿Todo en el mismo día?
-       ¿Sabés por qué? Tiene su explicación. Desde la “desproscripción”, que fue el 23 de noviembre, uno estaba queriendo venir. Hubo que ponerse de acuerdo en varias cosas: las familias, las giras, qué se yo...Pero, más importante que giras y compromisos artísticos es que tenemos un compromiso moral con el pueblo de Uruguay, con nuestro pueblo, con nosotros mismos. Por eso la urgencia de ir, de volver.
-       ¡Y concentrar todo en un día!
-       Es que al siguiente tenemos que ir a Córdoba.
-       ¿El 18, entonces, van a estar?
-       Si. Queremos estar allí el 18 de mayo, una fecha que para nosotros, como para todos los uruguayos significa mucho. Una fecha de libertad.
-       La vida no se acomoda tan rápido –parece- aunque se haya pronunciado la palabra mágica “desproscripción”.
-       No, no se vuelve en un abrir y cerrar de ojos. Ni siquiera lo que tendría que ser sencillo lo es. Recién estaba hablando con un compañero de la cultura popular, que ha venido a Buenos Aires a vernos, y me decía que poca gente sabe que vamos. Temo que sea por intereses comerciales. Que jueguen con las ganas de la gente de ver a Los Olimareños. Quiero aclararlo. Es violento. Si no quieren, no lo pongan. Para mí es importante.
-       ¿Qué porque habrá un recital en Buenos Aires el 11 no se difunde en Montevideo que estarán allí el 18, para traer gente aquí? ¿eso querés decir?
-       Sí.
-       Esta dicho.
-       De repente... es que estoy medio embalado y con bronca y lo digo mal, pero es así.
-       ¿Y después del 18, día tan denso, al siguiente irán a Córdoba? Córdoba, donde te tuvieron preso, Braulio... ¿y a pesar de eso –o sin pesar- es uno de los primeros lugares donde vas?
-       Yo quería mucho al pueblo de Córdoba. Mi experiencia ahí me enseñó a quererlo más todavía: tengo un gran recuerdo del pueblo cordobés. Parece una cosa paradojal, haber sufrido en allá -y quererla. Pero Córdoba es para mí como un segundo Uruguay, más que otras partes de la Argentina... no sé, quizás porque empezamos a recorrerla ahí. Es un pueblo que siempre nos recordó mucho y nosotros lo queremos mucho.

Braulio acerca con una  seña a su mujer, que está con otro grupo en el bar del hotel. Con esa forma de la ternura que es el “usté” de entrecasa, cruzan dos frases:
-       ¿Por qué no lo llama a Pepe, eh?
-       Sí, ya avisé. Y no asuste a la periodista, mi amor: Desde allá se le veía cara de bravo, hace un momento.

Las raíces


-       Braulio, durante esta ausencia, poco podía uno enterarse de lo que ustedes pensaban o decían. Pero retengo un par de frases de un reportaje que les hicieron en México. Una, sobre la emoción: “todo arte -decían- consiste en emocionar con belleza”.
-       Es eso ¿no?
-       Y otra sobre el entorno cultural, las diferencias “en la manera de hablar, de tomar mate, hasta de caminar”... ese entorno que no es el mismo en Isla Patrulla, Argelia, México, Australia, Canadá. Hoy, que volvemos a estar en un boliche -que para los uruguayos es sinónimo de charla, de emoción muchas veces- ¿que traen, para contarnos, de esos otros entornos y culturas? con ese sentido que perciben ustedes: no refiriéndose a “cultura” como a una palabra que quedara en un estante demasiado alto.
-       ¡Claro! Hay un complejo hacia esa palabra, como refiriéndose a algo estratosférico. ¡Y es todo lo contrario! Cultos fueron los primeros habitantes de estas tierras (donde somos habitantes de segunda ¿no?). Los que miramos como atrasados fueron mucho más cultos que nosotros, en el sentido verdadero de cultivar, de honrar lo que cada uno hace.
-       Ustedes dos se han pasado rescatando, aquí y allá lo que cultiva cada pueblo, su carácter, su “tono local” como dirían los pintores.
-       Hemos estado en muchos encuentros internacionales en donde se ha planteado: ¿por qué  romper esas dos cosas, por qué hablar de cultura popular y cultura “de la otra” si la cultura es una sola? Un artesano es hombre de cultura. La cultura es ir creando cosas, no sólo desde el punto de vista de las letras y “lo intelectual” sino inventando, creando con las manos. Lo enseñan con claridad los indios de lo que hoy se llama Latinoamérica.
-       ¿Tú tenías abuelos criollos? Eso es más frecuente en Uruguay que en Argentina, donde casi todos “descienden de los barcos”.
-       Bueno. Mi nombre, López, habla claro de algún barco. Conocí a mis abuelos maternos. A mis abuelos paternos no los conocí.
-       ¿En tu familia son muchos hermanos?
-       Doce.
-       ¿Y viven, ellos, en Uruguay?
-       Todos. En Treinta y Tres. Ahora vino mi mamá, en estos días, a vernos. Y mi hijo. Tengo un hijo de quince años, Camilo.


Las murgas, los candombes



-       La sensibilidad por el entorno cultural, que manifestaron al llevar al escenario palabras como “¡Ah, tololo!” o el “¡No tire piedra, gurí...” -frases que andaban por ahí casi sin verse, por lo habituales- ¿los impulsó a hacer “Todos detrás de Momo”?
-       ¡Ése es un disco que quiero muchísimo!
-       Ahí está. ¿Cómo fue que les dieron ganas de hacerlo?... Ahora es casi un símbolo nacional, el tamboril, pero de entrada no se entendió bien la cosa. ¿Cómo fue?
-       Te voy a decir que es la primera vez que nos hace alguien esa pregunta en diez años. Es una pregunta clave dentro de la vida de Los Olimareños. Y además, si tú quieres, dentro de la canción popular. Cuando empezamos –me acuerdo– empezamos a cantar candombe y queríamos cantar cosas de Carnaval. Y... ”¿Cómo las llamaremos?” No teníamos textos. Inventamos “Canción carnavalera” y, bueno: ¡salió “Canción carnavalera”! Queríamos aprovechar, sobre todo, la forma rítmica del candombe y la murga, y nos parecía, nos preguntábamos ¿no? “¿Por qué esto, que es tan rico, está solamente en Montevideo, encima del tablado, aislado, y por qué no integrarlo al canto general de nuestro país?” “Bueno, mirá: vamos a hacer un candombe”, dijimos con Pepe. Y la gente: “No, muchachos; eso no lo hagan: eso no es folklore, eso no es la milonga campera!” “Bueno, tá”, decíamos. No le íbamos a explicar a todos “Esto es más folklórico que muchas cosas que ustedes piensan”. “No, porque eso es de allá, de Montevideo, de la ciudad...” seguían.
-       “Eso” era también cultura, nomás.
-       Justamente. Empezamos ahí, en esa onda, pum, pum, pum... Le empezamos a pedir a Ruben Lena: “Mirá, Rubito, hacé tal y tal cosa porque necesitamos hacer esto.” Y él: “Bueno, sí. Voy a hacer.” Y empezó a hacer algunas canciones y nosotros a cantarlas con ese ritmo.  Y salió, me acuerdo, “Al Paco Bilbao”, canción que es de Rubito. Y hubo alguien, sí, que nos acompañó en esa onda, que fue José Carvajal, con su canción “A mi gente”, que nosotros enseguida grabamos...  Después de eso, salió “Todos detrás de Momo” allá por los años 70. Nosotros estábamos muy entusiasmados, entusiasmadísimos con la idea ¿no? de haber incorporado eso... y que, bueno, que había gente que al final le gustaba como nos gustaba a nosotros. Lo nuestro fue desde el principio muy intuitivo y natural. El canto nació como una cosa natural de expresividad, por suerte. Entonces íbamos pescando con la gente las cosas que iban gustando y qué no.
-       En Montevideo, el lenguaje de las murgas era un lenguaje conocido, pero ¿en el interior?
-       También. En todo el interior hubo murgas. Pero ya te digo: la murga era solamente del Carnaval, y nada más. A nosotros nos parecía que era injusto, eso.
-       Dejarle sólo siete días al año.
-       Seguro. “Esto tiene que caminar siempre”, pensábamos.
-       Tienen la prueba que sí. Ahora camina todo el año.
-       Entonces –y es a lo que quiero llegar- nació “Todos detrás de Momo” que, ya embalados en esa cosa, así, le dijimos a Rubito: “Mirá, nosotros queremos hacer un disco, todo de Carnaval”. “Bueno, me voy a poner a inventar algo”... Inventó el carnaval ése, de él; que es un carnaval de Lena ¿no? muy Lena ¿verdad? Y así nos pusimos a trabajar en eso con él y a poner la música y a ver qué ritmo le hacíamos. ¡Y salió “Todos detrás de Momo”... que yo quiero mucho y que para mí es el disco más importante de Los Olimareños! Sin ninguna duda ¿verdad? Para mí es el disco más importante de nosotros y, ya te digo, lo quiero mucho. En todos estos veinte años de trabajos que llevamos, trajo satisfacciones increíbles. Increíbles. Porque cuando nosotros empezamos a decir en las radios “Hicimos un disco de Carnaval”, Lena nos advertía “No, ustedes se equivocaron –decía– al anunciar un disco de Carnaval!” (porque, claro, intelectualmente es otra cosa). Pero no, no. Para mí no nos equivocábamos, porque justamente lo que nosotros queríamos decir era eso: ¡que se trataba de un disco de Carnaval! Eso era lo que queríamos resaltar. El texto y el mensaje –tenía razón Lena– son importantísimos. Pero a nosotros nos importaba empujar lo otro. El texto iba a caminar por sí solo y el mensaje también, cuando se entendiera ¿no?... Es una sátira finísima, un texto muy logrado de Lena. Lo quiero mucho... Tanto, que estamos pensando en regrabarlo de nuevo. Siempre fue un disco que nombré en todos los reportajes.  Pepe siempre quedó un poco desconforme... (con la grabación técnica, entendámonos... y, sí: la grabación no es excelente, fue hecha en un estudio muy pequeño). Se puede enriquecer muchísimo Si llegamos a grabarlo de vuelta, se podría enriquecer del punto de vista técnico. Vamos a intentarlo.

Emocionar con belleza


-       Ahora dejamos, si te parece, lo local. Han estado en Estocolmo, en Argelia...
-       En Argelia, dos o tres veces...
-       ¡Pepe Guerra! Aqui aparece. ¡Pero mirálo! Se trajo todo el sueño puesto ¡hay que pedir un café doble para este hombre!
-       Es lindo, muy lindo, Argelia –sigue Braulio mientras Pepe se sienta– pero, te digo, la vida allí... ¡pá! Fijáte: las mujeres andan tapaditas hasta por aquí, aun en la playa. Andan con el velo ¿no? Y eso que Argelia es un lugar donde están tratando de dejar atrás esas cosas.
-       ¡No irán a los recitales, para colmo, las mujeres!
-       No van a los recitales. No andan por la calle.
-       Marcos Velázquez creó aquel dicho –se sonríe Pepe, prendiendo el cigarrillo que empieza a despertarlo– “más aburrido que boliche de Argelia”... Para que veas cómo son las cosas: la primera vez que fuimos, fue con Dadh Sfeir. Y entramos a un café. Pero un café como los de acá, normal. Allá estábamos y no nos servían, no nos servían y no nos servían. Yo al final me levanto, voy y pido café. El tipo me mira así y no me da bola. Nos levantábamos para irnos cuando justo entró un uruguayo que iba pasando y nos vio: “¿Cómo te va, loco?” “¡Y... nos vamos de acá, que hace como media hora que no nos dan café! “¡Ah, es que mientras estén con ella no les van a servir!” De ahí quedó el dicho: “Más triste que boliche argelino”.
-       Mirá la suerte de que no estemos en un boliche de Argelia: ahí traen el café para Pepe.  Nombraban a Dadh Sfeir y justo quería preguntarles, también, por ella.
-       Ducho ha hecho teatro, giras, muchas cosas. Hace como un año que no la vemos. Desde Venezuela. Ahora vamos a ir.
-       Pepe, recién Braulio hablaba del Carnaval y la murga como parte del entorno cultural. Leí en “Humor” que, cuando les preguntaron sobre ese vínculo en el caso del rock, dijiste que Elvis Presley...
-       ¡Ah, sí! El reportaje que nos hicieron en México. ¿Qué dije sobre Elvis?
-       Que no sólo “cambió un montón de cosas en los jóvenes (la actitud, el pelo, la ropa) sino que fue un crack, el padre del rock and roll.
-       Hizo cambiar de actitud a casi toda la juventud. No sólo a la de Estados Unidos. Mirá hasta qué punto la música puede influir. Yo le doy esa importancia al rock, que es una deformación de la música de los negros esclavos llevada a un ritmo más pesado, por una necesidad que tenían los jóvenes de expresar la violencia que existía en Estados Unidos –dijo Pepe.
-       Yo creo que el rock es un hecho social antes que musical, un estado de violencia reprimida que buscó una forma de expresión. Pero Elvis, que en una época fue sinónimo de rebelde, comparado con grupos actuales fue un santito. Pero ojo: los grupos que rompen sus guitarras en el escenario o hacen gestos obscenos van contra la música. Musicalmente me quedo con Elvis Presley –es la opinión de Braulio.
-       De ese modo también se puede hacer música –concluye Pepe. Unos lo consiguen, otros no. Algunos simplemente imitan. De todas maneras, yo creo que en el arte tenés que emocionar con belleza. Con violencia, si querés, pero también con belleza.

“Dime quiénes te influyen...”

-       De una conversación que mantuvimos hace tiempo, Pepe, recuerdo que dijiste “Todo el mundo está influenciado por todo el mundo. Hay que aprovechar eso sin perder lo propio”
-       En los LP nuestros siempre hay una canción de otro país, en nuestro repertorio también; pero no es lo mismo traer la canción de otro y cantarla que cantar lo nuestro a la manera de otros. No hay que contagiarse de las formas musicales: la forma, el “vuelo”, el rasgueo, cierta cosa...Es preferible hacer bien una canción venezolana, adaptarse a ella, y no una nuestra con vuelo ajeno”.
-       Para ustedes, que tienen ese concepto de cultura hasta para el rasgueo de la guitarra, esa forma de cantar tan de uruguayos, tan de usar los dichos de la gente, de ser minuciosos para registrar entonaciones de voz, chiflidos, maneras de vivir... ¿cómo hicieron, al estar lejos “del Olimar que pasa”, para crear? ¿cómo convivieron con la cultura europea?
-       Vamos a entendernos –ahora es Braulio- culturas puede haber unas más avanzadas que otras: todas son importantes.  No tengo ningún complejo cultural, por suerte. Si tenía alguno, estos años me han ayudado a desentenderme de ese complejo. Los europeos tienen una cultura muy rica. Es innegable y muy respetable toda esa cosa. Si nos centramos en la cultura latinoamericana es por hablar de lo más nuestro. Pero poder vivir, convivir, con el hombre español, tanto como con el hombre mejicano, enriquece. Cosas que habíamos visto tal vez de pasadita, en una gira, tuvimos tiempo de vivirlas. Una de las cosas que nos quedó claro es que aquello de “Yo triunfé en Europa” es una mentira. Según cómo se entienda el triunfo (palabra muy hueca, que no me gusta utilizar) como individuo o como tarea, como tu oficio. Nosotros trabajamos en Europa, fuimos a Alemania, a Suecia... ¡en todos esos países la gente se enloquecía: pedía otra, pá, pá, pá...! pero, íbamos al otro año y ni se acordaban de nosotros: eso es una forma de proyección muy cortita. En cambio, en Latinoamérica -por ejemplo en pueblos de México- el interés demostrado es otro, preguntan cosas. Si vamos otra vez, se acuerda, la gente.
-       ¿Así que la memoria europea es frágil?
-       No, no, no. No es la memoria, es la proyección de cualquiera de nosotros, como individuos extranjeros que somos de esa cultura y de ese pueblo. El “triunfo europeo” para mí es el del momento en que estás. En cambio, en nuestros pueblos, tú proyectás tu tarea de otra forma. Cuando lleguemos a Córdoba por ejemplo, acá en Argentina, después de tantos años, sabemos que la gente nos va a recordar. Eso no pasa en Europa. ¿Entendés la diferencia?
-       Y por parte de ustedes ¿cuáles son sus recuerdos de aquellas giras por el interior? Sé que la gente, de tanto quererlos, hasta guardaba de recuerdo los puchos caídos en el escenario...

Como Quijotes

-       Nunca supe. ¿Habrá sido en Uruguay? Por Argentina andábamos de pueblo en pueblo, como Quijotes. A veces teníamos que decirle a algún amigo que entrara antes en la sala, para ir animando.
-       Pero la gente del interior, si te admitía, lo hacía con sinceridad. Se quedaban pensando las cosas. Hay otro tipo de público, que aprende las letras de memoria pero no es lo mismo –interrumpe Braulio, el entusiasta.
-       En una de esas giras, íbamos una vez con Cafrune, a caballo –sonríe Pepe– era el modo de anunciar en el pueblo que estábamos, que íbamos a cantar.
-       ¿A caballo?
-       A veces íbamos en moto o en bicicleta. Y se iban juntando atrás chiquilines que nos seguían. Esa vez íbamos a caballo con Cafrune adelante, lo más bien. En eso, nos vemos venir de frente como en un espejo otra procesión, con chiquilines saltando y adelante un barbudo a caballo igualito a Cafrune: era que esa noche, en el pueblo, se representaría Juan Moreira. Y también lo estaban anunciando.
-       Lo gracioso fue otra vez que nos esperaban con caballos ensillados. El turco Cafrune elegía siempre el mejor caballo ¿no? Y había elegido uno muy lindo... pero se mancó.
-       Sí, resulta que en el camino, la gente saludando “Viva, viva” y todo eso, se le mancó el caballo, pobre. Entonces, El turco se lo quería cambiar a Braulio, que era el que tenía una yegua bastante linda, también.
-       Y, sí. Yo se lo cambié. Pero con tan mala suerte, pobre turco, que seguimos un trecho –era un lugar con mucho agua, íbamos por el asfalto y los caballos estaban herrados– que de repente se resbaló la yegua, linda y todo, y... ¡El turco al charco!
-       Pobre Cafrune. Poca suerte con los caballos y las carreteras...


¿”Viola mía”...?

-       Pepe, este verano apareció en Montevideo, enseguida de la “desproscripción”, una grabación tuya del 76, con dos tangos. ¿No has grabado más tangos, después?
-       No, no. Aunque es algo paralelo –que es bueno tenerlo- al tango lo veo como una cosa terapéutica de esto que se llama Los Olimareños. No creo que sea nada importante. Incluso, el disco ése (“Ta´llorando” – Pepe Guerra) se le planteó a la compañía discográfica que no lo editara.
-       Mirá que aclaran que “fue grabado en circunstancias excepcionales”...
-       No, no, no. Simplemente, ni eso: que no lo largaran. Fue de una época. No para ahora.
-       Te fastidió que saliera.
-       Sí.

Con las palmas aplastadas sobre los bolsillos de la camisa Pepe pone cara de desesperado para que Camilo, el hijo de Braulio, vea que está sin cigarrillos. Camilo se acerca, saluda y se queda.
-       Angel Rama escribió a JAQUE una carta, poco antes de que cayera el avión donde él y Marta Traba viajaban, desde Madrid. Allí decían que a los de su generación les “han salido mejores los hijos que los libros”. Y ustedes, ¿cómo han salido? ¿A Giannina Guerra y a Camilo López les da por cantar?
-       A Giannina le gusta cantar. Pero el que tenía un grupito, en España, era Camilo.
-       ¿Un grupo, en España?
-       Pero lo tuve que dejar...
-       ¿Cuánto hace?
-       Un mes.
-       ¿Cuántos eran, tus amigos?
-       Cuatro.
-       ¿Y capaz que no cantaban las zonceras que cantan éstos!
-       Estábamos para el rock, esas cosas.
-       Y tú, ¿qué hacías?
-       Yo allá, estudiaba.
-       Digo, dentro del grupo.
-       Batería.
-       No sólo se deja... También se sale al encuentro. ¿Qué esperan, de la llegada a Montevideo.
-       Yo me estoy preparando –sale, como desde debajo de la mesa, la voz de Pepe.
-       ¿Cómo?
-       Hummm. Me trabajo un yoga de la vuelta: vas respirando hondo, retomás colores, retomás recuerdos, retomás cosas que sucedieron. También andás esquivando recuerdos.
-       ¿Esquivando?
-       Como esquivás los golpes. Porque si no, pegan muy fuerte.
-       De repente, cuando después de ocho años podés volver, podés caminar, hablar con la gente que te recuerda, eso te desborda emocionalmente.
-       Creo que lo importante va a ser poder asentarse allá, estar tranquilos.
-       El día 18 no va a dar como para estar muy tranquilos... ¿cuándo volverán para quedarse?
-       Hasta el 20 de junio, en Argentina. Después, Venezuela y Ecuador. ¡Y a México, a buscar las cacharpas! –se apura a prometer Braulio.
-       Y eso lleva... ¿cuánto tiempo?
-       Un mes. El 6 de julio terminaremos de trabajar en Ecuador. De ahí, a México. Y volvemos.
-       Pepe, Braulio, gracias por todo.
-       No, no... Sobre todo, el reconocimiento a JAQUE... –empieza Braulio.
-       ¡Si se ponen solemnes, no vale!
-       Bueno, entonces –imposta Pepe- “la Comisión del Tablado da las gracias... y ¡hasta la vuelta!”





Ana Larravide (especial desde Buenos Aires, para JAQUE).
Esta nota fue publicada el viernes 18 de mayo de 1984.
Esa noche, terminada la proscripción en su país,
cincuenta mil personas recibieron en el Estadio Centenario a Los Olimareños.






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