Con los Olimareños, en
1984.
Entrevista de Ana Larravide para Jaque.
Entrevista de Ana Larravide para Jaque.
Braulio, ¡venga pa´quí!
Pepe, ¡se va de allá!
“Aunque nadie quiera, quiero
Que el día que yo me muera traigan un buen guitarrero...
¡traigan un buen guitarrero
con la garganta en enero y manos en primavera!
Y que se ponga a cantar una milonga de aquí
Y en ella sepa expresar al pago donde nací.”
Este querer terco y
jubiloso se multiplica: los guitarreros son dos. Los Olimareños.
Para colmo, no es que
“nadie quiera”. Todos queremos que vengan.
Si hay (hubo) alguien que
no quería, ese alguien era sordo.
Que vengan, con urgencia,
los buenos guitarreros: hay épocas que dejan a los países sin un peso y se
habla sin parar de deuda externa; pero que no hubiera, ojalá, deudas internas,
que las hay.
Que vengan, que vuelvan,
que reciban lo que es de ellos: el afecto –¡cómo no!– la emoción, el lenguaje
de entre nosotros, el material para su canto.
Y que nos den. Lo que son
capaces de dar y que nos hace falta mientras sea uno (más si son dos) los que
no están.
Falta lo que cada uno es
capaz de retribuir en emoción, capaz de hacer por la cultura: por el culto del
país, de su gente, de su lenguaje, que sin cultivo es tierra baldía.
Porque si se clama por
buenos guitarreros hasta en el día que uno se muere ¡cómo no los estaremos
precisando –a todos- para vivir, para volver a sentir “las manos en primavera”.
El regreso
La
voz de Braulio ¡qué perogrullada decirlo! es musical. Aparte del tono vibrador,
de campanario, que puede usar al cantar, en una mesa de boliche se vuelve
explicadora, con interés por que todo sea claro. Es una voz afectiva, sale todo
el tiempo al encuentro del otro con ¿no? ¿verdad? ¿sabés? Que puntean lo
que dice.
Pepe
Guerra se agregó más tarde, con buen humor, con sueño y sin cigarrillos,
mirando en redondo para ver a quién “mangaba”. Su voz baja hasta es más baja al
conversar, como para ser –en los chistes o en los disgustos- lo más discreto
posible.
Cuando los lectores
lean esto ellos van a estar llegando a Montevideo. La charla fue en un café de
Buenos Aires.
-
¿Cuándo
regresarán Los Olimareños a Montevideo?
- Llegaremos el 18 de mayo a Uruguay, a eso del
mediodía: desde Carrasco iremos derecho al Estadio Centenario. Ahí a las seis
de la tarde haremos un recital y después invitaremos a una conferencia de
prensa.
-
¿Todo
en el mismo día?
- ¿Sabés por qué? Tiene su explicación. Desde la
“desproscripción”, que fue el 23 de noviembre, uno estaba queriendo venir. Hubo
que ponerse de acuerdo en varias cosas: las familias, las giras, qué se
yo...Pero, más importante que giras y compromisos artísticos es que tenemos un
compromiso moral con el pueblo de Uruguay, con nuestro pueblo, con nosotros
mismos. Por eso la urgencia de ir, de volver.
-
¡Y
concentrar todo en un día!
- Es que al siguiente tenemos que ir a Córdoba.
-
¿El 18,
entonces, van a estar?
- Si. Queremos estar allí el 18 de mayo, una fecha
que para nosotros, como para todos los uruguayos significa mucho. Una fecha de
libertad.
-
La vida
no se acomoda tan rápido –parece- aunque se haya pronunciado la palabra mágica
“desproscripción”.
- No, no se vuelve en un abrir y cerrar de ojos. Ni
siquiera lo que tendría que ser sencillo lo es. Recién estaba hablando con un
compañero de la cultura popular, que ha venido a Buenos Aires a vernos, y me
decía que poca gente sabe que vamos. Temo que sea por intereses comerciales.
Que jueguen con las ganas de la gente de ver a Los Olimareños. Quiero
aclararlo. Es violento. Si no quieren, no lo pongan. Para mí es importante.
-
¿Qué
porque habrá un recital en Buenos Aires el 11 no se difunde en Montevideo que
estarán allí el 18, para traer gente aquí? ¿eso querés decir?
- Sí.
-
Esta
dicho.
- De repente... es que estoy medio embalado y con
bronca y lo digo mal, pero es así.
-
¿Y
después del 18, día tan denso, al siguiente irán a Córdoba? Córdoba, donde te
tuvieron preso, Braulio... ¿y a pesar de eso –o sin pesar- es uno de los
primeros lugares donde vas?
- Yo quería mucho al pueblo de Córdoba. Mi
experiencia ahí me enseñó a quererlo más todavía: tengo un gran recuerdo del
pueblo cordobés. Parece una cosa paradojal, haber sufrido en allá -y quererla.
Pero Córdoba es para mí como un segundo Uruguay, más que otras partes de la
Argentina... no sé, quizás porque empezamos a recorrerla ahí. Es un pueblo que
siempre nos recordó mucho y nosotros lo queremos mucho.
Braulio
acerca con una seña a su mujer,
que está con otro grupo en el bar del hotel. Con esa forma de la ternura que es
el “usté” de entrecasa, cruzan dos frases:
-
¿Por
qué no lo llama a Pepe, eh?
-
Sí, ya
avisé. Y no asuste a la periodista, mi amor: Desde allá se le veía cara de
bravo, hace un momento.
Las raíces
-
Braulio,
durante esta ausencia, poco podía uno enterarse de lo que ustedes pensaban o
decían. Pero retengo un par de frases de un reportaje que les hicieron en
México. Una, sobre la emoción: “todo arte -decían- consiste en emocionar con
belleza”.
- Es eso ¿no?
-
Y otra
sobre el entorno cultural, las diferencias “en la manera de hablar, de tomar
mate, hasta de caminar”... ese entorno que no es el mismo en Isla Patrulla,
Argelia, México, Australia, Canadá. Hoy, que volvemos a estar en un boliche
-que para los uruguayos es sinónimo de charla, de emoción muchas veces- ¿que
traen, para contarnos, de esos otros entornos y culturas? con ese sentido que
perciben ustedes: no refiriéndose a “cultura” como a una palabra que quedara en
un estante demasiado alto.
- ¡Claro! Hay un complejo hacia esa palabra, como
refiriéndose a algo estratosférico. ¡Y es todo lo contrario! Cultos fueron los
primeros habitantes de estas tierras (donde somos habitantes de segunda ¿no?).
Los que miramos como atrasados fueron mucho más cultos que nosotros, en el
sentido verdadero de cultivar, de honrar lo que cada uno hace.
-
Ustedes
dos se han pasado rescatando, aquí y allá lo que cultiva cada pueblo, su
carácter, su “tono local” como dirían los pintores.
- Hemos estado en muchos encuentros internacionales
en donde se ha planteado: ¿por qué
romper esas dos cosas, por qué hablar de cultura popular y cultura “de
la otra” si la cultura es una sola? Un artesano es hombre de cultura. La
cultura es ir creando cosas, no sólo desde el punto de vista de las letras y
“lo intelectual” sino inventando, creando con las manos. Lo enseñan con
claridad los indios de lo que hoy se llama Latinoamérica.
-
¿Tú
tenías abuelos criollos? Eso es más frecuente en Uruguay que en Argentina,
donde casi todos “descienden de los barcos”.
- Bueno. Mi nombre, López, habla claro de algún
barco. Conocí a mis abuelos maternos. A mis abuelos paternos no los conocí.
-
¿En tu
familia son muchos hermanos?
- Doce.
-
¿Y
viven, ellos, en Uruguay?
- Todos. En Treinta y Tres. Ahora vino mi mamá, en
estos días, a vernos. Y mi hijo. Tengo un hijo de quince años, Camilo.
Las murgas, los candombes
-
La
sensibilidad por el entorno cultural, que manifestaron al llevar al escenario
palabras como “¡Ah, tololo!” o el “¡No tire piedra, gurí...” -frases que
andaban por ahí casi sin verse, por lo habituales- ¿los impulsó a hacer “Todos
detrás de Momo”?
- ¡Ése es un disco que quiero muchísimo!
-
Ahí
está. ¿Cómo fue que les dieron ganas de hacerlo?... Ahora es casi un símbolo
nacional, el tamboril, pero de entrada no se entendió bien la cosa. ¿Cómo fue?
- Te voy a decir que es la primera vez que nos hace
alguien esa pregunta en diez años. Es una pregunta clave dentro de la vida de
Los Olimareños. Y además, si tú quieres, dentro de la canción popular. Cuando
empezamos –me acuerdo– empezamos a cantar candombe y queríamos cantar cosas de
Carnaval. Y... ”¿Cómo las llamaremos?” No teníamos textos. Inventamos “Canción
carnavalera” y, bueno: ¡salió “Canción carnavalera”! Queríamos aprovechar,
sobre todo, la forma rítmica del candombe y la murga, y nos parecía, nos preguntábamos
¿no? “¿Por qué esto, que es tan rico, está solamente en Montevideo, encima del
tablado, aislado, y por qué no integrarlo al canto general de nuestro país?”
“Bueno, mirá: vamos a hacer un candombe”, dijimos con Pepe. Y la gente: “No,
muchachos; eso no lo hagan: eso no es folklore, eso no es la milonga campera!”
“Bueno, tá”, decíamos. No le íbamos a explicar a todos “Esto es más folklórico
que muchas cosas que ustedes piensan”. “No, porque eso es de allá, de
Montevideo, de la ciudad...” seguían.
-
“Eso”
era también cultura, nomás.
- Justamente. Empezamos ahí, en esa onda, pum, pum,
pum... Le empezamos a pedir a Ruben Lena: “Mirá, Rubito, hacé tal y tal cosa
porque necesitamos hacer esto.” Y él: “Bueno, sí. Voy a hacer.” Y empezó a
hacer algunas canciones y nosotros a cantarlas con ese ritmo. Y salió, me acuerdo, “Al Paco Bilbao”,
canción que es de Rubito. Y hubo alguien, sí, que nos acompañó en esa onda, que
fue José Carvajal, con su canción “A mi gente”, que nosotros enseguida
grabamos... Después de eso, salió
“Todos detrás de Momo” allá por los años 70. Nosotros estábamos muy
entusiasmados, entusiasmadísimos con la idea ¿no? de haber incorporado eso... y
que, bueno, que había gente que al final le gustaba como nos gustaba a
nosotros. Lo nuestro fue desde el principio muy intuitivo y natural. El canto
nació como una cosa natural de expresividad, por suerte. Entonces íbamos
pescando con la gente las cosas que iban gustando y qué no.
-
En
Montevideo, el lenguaje de las murgas era un lenguaje conocido, pero ¿en el
interior?
- También. En todo el interior hubo murgas. Pero ya
te digo: la murga era solamente del Carnaval, y nada más. A nosotros nos
parecía que era injusto, eso.
-
Dejarle
sólo siete días al año.
- Seguro. “Esto tiene que caminar siempre”,
pensábamos.
-
Tienen
la prueba que sí. Ahora camina todo el año.
- Entonces –y es a lo que quiero llegar- nació “Todos
detrás de Momo” que, ya embalados en esa cosa, así, le dijimos a Rubito: “Mirá,
nosotros queremos hacer un disco, todo de Carnaval”. “Bueno, me voy a poner a
inventar algo”... Inventó el carnaval ése, de él; que es un carnaval de Lena
¿no? muy Lena ¿verdad? Y así nos pusimos a trabajar en eso con él y a poner la
música y a ver qué ritmo le hacíamos. ¡Y salió “Todos detrás de Momo”... que yo
quiero mucho y que para mí es el disco más importante de Los Olimareños! Sin
ninguna duda ¿verdad? Para mí es el disco más importante de nosotros y, ya te
digo, lo quiero mucho. En todos estos veinte años de trabajos que llevamos,
trajo satisfacciones increíbles. Increíbles. Porque cuando nosotros empezamos a
decir en las radios “Hicimos un disco de Carnaval”, Lena nos advertía “No,
ustedes se equivocaron –decía– al anunciar un disco de Carnaval!” (porque,
claro, intelectualmente es otra cosa). Pero no, no. Para mí no nos
equivocábamos, porque justamente lo que nosotros queríamos decir era eso: ¡que
se trataba de un disco de Carnaval! Eso era lo que queríamos resaltar. El texto
y el mensaje –tenía razón Lena– son importantísimos. Pero a nosotros nos
importaba empujar lo otro. El texto iba a caminar por sí solo y el mensaje
también, cuando se entendiera ¿no?... Es una sátira finísima, un texto muy
logrado de Lena. Lo quiero mucho... Tanto, que estamos pensando en regrabarlo
de nuevo. Siempre fue un disco que nombré en todos los reportajes. Pepe siempre quedó un poco
desconforme... (con la grabación técnica, entendámonos... y, sí: la grabación
no es excelente, fue hecha en un estudio muy pequeño). Se puede enriquecer
muchísimo Si llegamos a grabarlo de vuelta, se podría enriquecer del punto de
vista técnico. Vamos a intentarlo.
Emocionar con belleza
-
Ahora
dejamos, si te parece, lo local. Han estado en Estocolmo, en Argelia...
- En Argelia, dos o tres veces...
-
¡Pepe
Guerra! Aqui aparece. ¡Pero mirálo! Se trajo todo el sueño puesto ¡hay que
pedir un café doble para este hombre!
- Es lindo, muy lindo, Argelia –sigue Braulio
mientras Pepe se sienta– pero, te digo, la vida allí... ¡pá! Fijáte: las
mujeres andan tapaditas hasta por aquí, aun en la playa. Andan con el velo ¿no?
Y eso que Argelia es un lugar donde están tratando de dejar atrás esas cosas.
-
¡No
irán a los recitales, para colmo, las mujeres!
- No van a los recitales. No andan por la calle.
- Marcos Velázquez creó aquel dicho –se sonríe Pepe,
prendiendo el cigarrillo que empieza a despertarlo– “más aburrido que boliche
de Argelia”... Para que veas cómo son las cosas: la primera vez que fuimos, fue
con Dadh Sfeir. Y entramos a un café. Pero un café como los de acá, normal.
Allá estábamos y no nos servían, no nos servían y no nos servían. Yo al final
me levanto, voy y pido café. El tipo me mira así y no me da bola. Nos
levantábamos para irnos cuando justo entró un uruguayo que iba pasando y nos
vio: “¿Cómo te va, loco?” “¡Y... nos vamos de acá, que hace como media hora que
no nos dan café! “¡Ah, es que mientras estén con ella no les van a servir!” De
ahí quedó el dicho: “Más triste que boliche argelino”.
-
Mirá la
suerte de que no estemos en un boliche de Argelia: ahí traen el café para
Pepe. Nombraban a Dadh Sfeir y
justo quería preguntarles, también, por ella.
- Ducho ha hecho teatro, giras, muchas cosas. Hace
como un año que no la vemos. Desde Venezuela. Ahora vamos a ir.
-
Pepe,
recién Braulio hablaba del Carnaval y la murga como parte del entorno cultural.
Leí en “Humor” que, cuando les preguntaron sobre ese vínculo en el caso del
rock, dijiste que Elvis Presley...
- ¡Ah, sí! El reportaje que nos hicieron en México.
¿Qué dije sobre Elvis?
-
Que no
sólo “cambió un montón de cosas en los jóvenes (la actitud, el pelo, la ropa)
sino que fue un crack, el padre del rock and roll.
- Hizo cambiar de actitud a casi toda la juventud. No
sólo a la de Estados Unidos. Mirá hasta qué punto la música puede influir. Yo
le doy esa importancia al rock, que es una deformación de la música de los
negros esclavos llevada a un ritmo más pesado, por una necesidad que tenían los
jóvenes de expresar la violencia que existía en Estados Unidos –dijo Pepe.
- Yo creo que el rock es un hecho social antes que
musical, un estado de violencia reprimida que buscó una forma de expresión.
Pero Elvis, que en una época fue sinónimo de rebelde, comparado con grupos
actuales fue un santito. Pero ojo: los grupos que rompen sus guitarras en el
escenario o hacen gestos obscenos van contra la música. Musicalmente me quedo
con Elvis Presley –es la opinión de Braulio.
- De ese modo también se puede hacer música –concluye
Pepe. Unos lo consiguen, otros no. Algunos simplemente imitan. De todas
maneras, yo creo que en el arte tenés que emocionar con belleza. Con violencia,
si querés, pero también con belleza.
“Dime quiénes te influyen...”
-
De una
conversación que mantuvimos hace tiempo, Pepe, recuerdo que dijiste “Todo el
mundo está influenciado por todo el mundo. Hay que aprovechar eso sin perder lo
propio”
- En los LP nuestros siempre hay una canción de otro
país, en nuestro repertorio también; pero no es lo mismo traer la canción de
otro y cantarla que cantar lo nuestro a la manera de otros. No hay que
contagiarse de las formas musicales: la forma, el “vuelo”, el rasgueo, cierta
cosa...Es preferible hacer bien una canción venezolana, adaptarse a ella, y no
una nuestra con vuelo ajeno”.
-
Para
ustedes, que tienen ese concepto de cultura hasta para el rasgueo de la
guitarra, esa forma de cantar tan de uruguayos, tan de usar los dichos de la
gente, de ser minuciosos para registrar entonaciones de voz, chiflidos, maneras
de vivir... ¿cómo hicieron, al estar lejos “del Olimar que pasa”, para crear?
¿cómo convivieron con la cultura europea?
- Vamos a entendernos –ahora es Braulio- culturas
puede haber unas más avanzadas que otras: todas son importantes. No tengo ningún complejo cultural, por
suerte. Si tenía alguno, estos años me han ayudado a desentenderme de ese
complejo. Los europeos tienen una cultura muy rica. Es innegable y muy
respetable toda esa cosa. Si nos centramos en la cultura latinoamericana es por
hablar de lo más nuestro. Pero poder vivir, convivir, con el hombre español,
tanto como con el hombre mejicano, enriquece. Cosas que habíamos visto tal vez
de pasadita, en una gira, tuvimos tiempo de vivirlas. Una de las cosas que nos
quedó claro es que aquello de “Yo triunfé en Europa” es una mentira. Según cómo
se entienda el triunfo (palabra muy hueca, que no me gusta utilizar) como
individuo o como tarea, como tu oficio. Nosotros trabajamos en Europa, fuimos a
Alemania, a Suecia... ¡en todos esos países la gente se enloquecía: pedía otra,
pá, pá, pá...! pero, íbamos al otro año y ni se acordaban de nosotros: eso es
una forma de proyección muy cortita. En cambio, en Latinoamérica -por ejemplo
en pueblos de México- el interés demostrado es otro, preguntan cosas. Si vamos
otra vez, se acuerda, la gente.
-
¿Así
que la memoria europea es frágil?
- No, no, no. No es la memoria, es la proyección de
cualquiera de nosotros, como individuos extranjeros que somos de esa cultura y
de ese pueblo. El “triunfo europeo” para mí es el del momento en que estás. En
cambio, en nuestros pueblos, tú proyectás tu tarea de otra forma. Cuando
lleguemos a Córdoba por ejemplo, acá en Argentina, después de tantos años,
sabemos que la gente nos va a recordar. Eso no pasa en Europa. ¿Entendés la
diferencia?
-
Y por
parte de ustedes ¿cuáles son sus recuerdos de aquellas giras por el interior?
Sé que la gente, de tanto quererlos, hasta guardaba de recuerdo los puchos
caídos en el escenario...
Como Quijotes
- Nunca supe. ¿Habrá sido en Uruguay? Por Argentina
andábamos de pueblo en pueblo, como Quijotes. A veces teníamos que decirle a
algún amigo que entrara antes en la sala, para ir animando.
- Pero la gente del interior, si te admitía, lo hacía
con sinceridad. Se quedaban pensando las cosas. Hay otro tipo de público, que
aprende las letras de memoria pero no es lo mismo –interrumpe Braulio, el
entusiasta.
- En una de esas giras, íbamos una vez con Cafrune, a
caballo –sonríe Pepe– era el modo de anunciar en el pueblo que estábamos, que
íbamos a cantar.
-
¿A
caballo?
- A veces íbamos en moto o en bicicleta. Y se iban
juntando atrás chiquilines que nos seguían. Esa vez íbamos a caballo con
Cafrune adelante, lo más bien. En eso, nos vemos venir de frente como en un
espejo otra procesión, con chiquilines saltando y adelante un barbudo a caballo
igualito a Cafrune: era que esa noche, en el pueblo, se representaría Juan
Moreira. Y también lo estaban anunciando.
- Lo gracioso fue otra vez que nos esperaban con caballos
ensillados. El turco Cafrune elegía siempre el mejor caballo ¿no? Y había
elegido uno muy lindo... pero se mancó.
- Sí, resulta que en el camino, la gente saludando
“Viva, viva” y todo eso, se le mancó el caballo, pobre. Entonces, El turco se
lo quería cambiar a Braulio, que era el que tenía una yegua bastante linda,
también.
- Y, sí. Yo se lo cambié. Pero con tan mala suerte,
pobre turco, que seguimos un trecho –era un lugar con mucho agua, íbamos por el
asfalto y los caballos estaban herrados– que de repente se resbaló la yegua,
linda y todo, y... ¡El turco al charco!
- Pobre Cafrune. Poca suerte con los caballos y las
carreteras...
¿”Viola
mía”...?
- Pepe, este verano apareció en Montevideo, enseguida
de la “desproscripción”, una grabación tuya del 76, con dos tangos. ¿No has
grabado más tangos, después?
- No, no. Aunque es algo paralelo –que es bueno
tenerlo- al tango lo veo como una cosa terapéutica de esto que se llama Los
Olimareños. No creo que sea nada importante. Incluso, el disco ése (“Ta´llorando”
– Pepe Guerra) se le planteó a la compañía discográfica que no lo editara.
-
Mirá
que aclaran que “fue grabado en circunstancias excepcionales”...
- No, no, no. Simplemente, ni eso: que no lo
largaran. Fue de una época. No para ahora.
-
Te
fastidió que saliera.
- Sí.
Con las palmas aplastadas
sobre los bolsillos de la camisa Pepe pone cara de desesperado para que Camilo,
el hijo de Braulio, vea que está sin cigarrillos. Camilo se acerca, saluda y se
queda.
-
Angel
Rama escribió a JAQUE una carta, poco antes de que cayera el avión donde él y
Marta Traba viajaban, desde Madrid. Allí decían que a los de su generación les
“han salido mejores los hijos que los libros”. Y ustedes, ¿cómo han salido? ¿A
Giannina Guerra y a Camilo López les da por cantar?
- A Giannina le gusta cantar. Pero el que tenía un
grupito, en España, era Camilo.
-
¿Un
grupo, en España?
- Pero lo tuve que dejar...
-
¿Cuánto
hace?
- Un mes.
-
¿Cuántos
eran, tus amigos?
- Cuatro.
-
¿Y
capaz que no cantaban las zonceras que cantan éstos!
- Estábamos para el rock, esas cosas.
-
Y tú,
¿qué hacías?
- Yo allá, estudiaba.
-
Digo,
dentro del grupo.
- Batería.
-
No sólo
se deja... También se sale al encuentro. ¿Qué esperan, de la llegada a
Montevideo.
- Yo me estoy preparando –sale, como desde debajo de
la mesa, la voz de Pepe.
-
¿Cómo?
- Hummm. Me trabajo un yoga de la vuelta: vas
respirando hondo, retomás colores, retomás recuerdos, retomás cosas que
sucedieron. También andás esquivando recuerdos.
-
¿Esquivando?
- Como esquivás los golpes. Porque si no, pegan muy
fuerte.
- De repente, cuando después de ocho años podés
volver, podés caminar, hablar con la gente que te recuerda, eso te desborda
emocionalmente.
- Creo que lo importante va a ser poder asentarse
allá, estar tranquilos.
-
El día
18 no va a dar como para estar muy tranquilos... ¿cuándo volverán para
quedarse?
- Hasta el 20 de junio, en Argentina. Después,
Venezuela y Ecuador. ¡Y a México, a buscar las cacharpas! –se apura a prometer
Braulio.
-
Y eso
lleva... ¿cuánto tiempo?
- Un mes. El 6 de julio terminaremos de trabajar en
Ecuador. De ahí, a México. Y volvemos.
-
Pepe,
Braulio, gracias por todo.
- No, no... Sobre todo, el reconocimiento a JAQUE...
–empieza Braulio.
- ¡Si se ponen solemnes, no vale!
- Bueno, entonces –imposta Pepe- “la Comisión del
Tablado da las gracias... y ¡hasta la vuelta!”
Ana Larravide (especial desde Buenos Aires, para JAQUE).
Esta nota fue publicada el viernes 18 de mayo de 1984.
Esa noche, terminada la proscripción en su país,
cincuenta mil personas recibieron en el Estadio Centenario a Los Olimareños.
cincuenta mil personas recibieron en el Estadio Centenario a Los Olimareños.
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