lunes, marzo 03, 2014

Eduardo Mignogna (II)

Entrevista al director de cine Eduardo Mignogna
por Ana Larravide (desde Buenos Aires)

Filmar lo invisible

EL VIENTO, la última película del argentino Eduardo Mignogna se estrenó en agosto en Buenos Aires y se verá también en Montevideo. Eduardo Mignogna consigue filmar lo invisible. El viento no es un temporal arrasador manifestado en destrozos dramáticos. Es un rumor —un prodigio del sonido, tan cuidado siempre por Mignogna— ese viento que rodea la casa del protagonista Frank Osorio, y lo acompaña al cementerio a enterrar a su hija. La historia irá revelando otros aspectos invisibles, tan persistentes en la vida de Frank como ese murmullo insoslayable.

UN WESTERN
—Venís de presentar El viento en España.
—Vuelvo feliz. Al estrenar un film lo que a uno le preocupa es la comprensión: "¿esto se entenderá?" pensás una y otra vez. Yo sabía que en Madrid la crítica es dura. Pero fueron a la esencia: se refirieron a "mi western". "Es un excelente western sin un solo tiro", titularon.
—¿El forastero que llega, modifica el entorno y se va?
—Eso es el western. Y eso es El viento: más que por su estética por su estructura narrativa: la indagación que promueve el recién llegado en el statu quo de una sociedad. Recorrimos Valencia, Barcelona... con las presentaciones que estilan allá. Al encenderse las luces y casi sin haber aplaudido, conmovidos, se me acercaban a decirme "gracias". O "enhorabuena", que así felicitan los españoles. Me emocionó. Todos veían algo distinto, algo propio.
—Hablemos de Alina y Frank.
—Sé hablar poco de mis personajes. Contar una película es hacer una interpretación crítica, al sintetizarla. Cuando la he filmado ya no la sé contar.
—Alina y Frank tienen sus búsquedas, de identidad, de responsabilidad.
—Filmar su historia fue para mí una forma de conocimiento, gracias a los actores. El guión lo hice pensando en ellos. Antonella Costa trabajó conmigo en La fuga. Cuando por entonces filmábamos en Ushuaia le dije que estaba escribiendo algo que me gustaría que leyera. En este guión pensé mucho en ella y en Federico Luppi. Federico es del campo, de Ramallo, un hombre hecho a hachazos, con un sentido del honor particular, un aplomo... es una presencia insustituible.

APRENDER DE LA HISTORIA
—Vayamos para atrás, a tu interés por el tema.
—Ah, siento como si la historia me la hubiera contado alguien en un velorio, en un bar... y yo tratara de ser lo más fiel posible a ese cuento, de no olvidarme detalles. Después, la fidelidad a la historia, al núcleo dramático, me lleva a conocerla, a aprender de ella mientras crece.
—¿Qué aprendiste?
—Que en la vida de Frank Osorio tenía mucha importancia una verdad no revelada. Una verdad que arrastra durante treinta años y lo lleva a exigir un castigo, un castigo para sí.
—Castigo que no le dan.
—Sí, se lo dan. Eso lo tranquiliza.
—Pero... si no hay sentencia...
—Bueno. Su castigo es esperar. Algo que vendrá de afuera. Ya no lo atormenta en su interior.
—¿Tanto duele lo no dicho?
—A él le duele profundamente. Mostrar eso fue el trabajo del protagonista. Ahondó en ese secreto que al principio le impedía acercarse libremente a su nieta. Sólo se soltaba un poco cuando contaba ciertos cuentos (la gente solitaria, cuando encuentra clientes, habla largamente).
—Monólogos. Pero, de sus sentimientos: ni mú. Frank no los mostraba.
—Me parece sin embargo que en sus anécdotas estaban sus preocupaciones. Por algo le quedaron registradas. La primera: un verdugo, que dejó de matar cuando le vio los ojos a un condenado. Habría que preguntarle por qué atesora ese cuento. Otra, una muchacha abandonada por el marido. Se prende fuego su casa con ella adentro. Su tercer cuento refiere al mundo provinciano: su padre entrando al "estadio" de fútbol y saludando a un "guardameta", como dice él. Esa canchita de campo describe la dimensión del estadio... y de su mundo.
—También él, en la ciudad, felicita a los malabaristas callejeros.
—Claro. Los considera artistas. Como el arte del arquero que admiró su padre. Con esos tres cuentos él se cuenta, un poco.
—Le falta contarse frente a Alina.
—Sí. Tiene una carta (que ella leerá en la película en paralelo a la confesión de Frank). Después de haberse franqueado no sabe como reaccionará su nieta. Ni siquiera al verla llegar, sabe a qué va.

DOS GENERACIONES
—¿Hasta qué punto marca una vida un padre autoritario, cuando "por tu propio bien", como se decía antes y como hizo Frank, se impone inapelablemente?
—No lo sé. Tuve la oportunidad de rozar ese tema, nada más, porque... se nota en las costuras cuando uno quiere imponerle un tema a las historias. Sólo pretendí mostrar un hombre que reclamaba un castigo después de treinta años, cuando el delito había ya prescrito. Lo que me encanta y defiendo de El viento es que es más lo oculto, en esta película, que lo mostrado. Frente a eso cada cual hace su imaginario. Me gustó enfrentar a dos generaciones, los prejuicios y rencores que tiene uno del otro.
—Sin juzgar, por tu parte.
—Trato de no hacerlo. La literatura a veces comete el error de las acotaciones sobre los protagonistas, pretendiendo definir sus razones. Yo sólo procuré mirarlos. Creo que en esta película la síntesis de la piedad está en un personaje que cuidé muchísimo, que es el comisario. Lo hace magistralmente Ricardo Díaz Mourelle: no cae en el acartonamiento del policía perdonavidas.
—Hay pequeñas historias, entrecruzadas con la de Alina.
—Me importaba que hubiera una oportunidad para que pusiera de manifiesto su ternura (ella, tan dura). Es pediatra. En la guardia se le presenta el caso de ese adolescente... También quise manifestar que se ve como delito el de ese chico pero no que un guardia de seguridad le metiera un tiro. La arbitrariedad social para considerar bien y mal esta ahí, en ese pibe en coma y esposado. Fueron a ver El viento amigos míos, de una villa —Villa Itatí— con quienes trabajo semanalmente. Ayer fueron nueve, con lluvia y todo, a un cine de Lanús. Ese episodio del chico los conmovió. No debía dejar de aparecer en mi película, que glosa la vida y la muerte, lo que ellos viven. Un amigo mío, escritor y abogado, que también trabaja en la villa, observó que ellos no creen tener derechos legales (que los tienen, porque hay ley para todos). No creen tener Derecho que los asista. Nacen desventurados. No les entra en el mapa mental que algo o alguien pueda protegerlos.
—¿Y que alguien cuente su historia en imágenes?
—Ah... eso los hace llorar. Tipos grandes, negrazos, lloraban. Es mínima, la alusión que hice a su condición de desamparo, pero registraron como algo increíble que mostrase algo de lo que les pasa. Y todos me decían: "Eduardo: ¿cuándo hacés la segunda película? Habrá que ver como crece ese chiquito que va a nacer.." Ellos creen que va a crecer en el campo.
—¿Creen que Alina va a quedarse en la Patagonia?
—Creen que sí.
—Para mí ella fue a ver a Frank, y sobre todo a ver el lugar de su madre. ¿Ellos creen que va a quedarse allí, como su madre? ¡Si tiene una historia propia que vivir!
—No te enojes.
—No, no me enojo... digo nomás, que tiene una historia de amor en Buenos Aires... o con Buenos Aires... ¿para qué va a volver al campo?
—Mujer, ¡no sé! Son estos amigos míos los que le ven destino por allí. Probablemente porque son ellos los que añoran el campo... Todos van, cuando pueden, a saludar su tierra. Lo que más desean son pasajes a Formosa. Las personalidades de Alina y Frank, aunque su encuentro se dé en la ciudad, tienen la austeridad de la gente de nuestro interior. Por eso ellos se identifican. Cuando Federico Luppi vino de España donde vive, nos encontramos en la filmación: charlamos de comidas, de banalidades, saludó a las vestuaristas... se fue con ellas y salió al rato transformado, con su sombrero puesto... con una solemnidad... tan fuerte, tan rudo como debía serlo. Por su parte, Antonella Costa hizo un personaje cuidadísimo. ¿Debería caminar como una mujer de campo? ¿Qué traería como equipaje: un bolso, una maleta (símbolos del tiempo de su viaje)? ¿Cómo habría reaccionado ante la confesión? Si volvía, vería a su abuelo después de largos meses... ¿cómo podría ser el saludo entre ellos, tan recios y poco sentimentales? ¿Cómo evocar a Ema ante su hija? Fui descubriendo lo que sentían los personajes cuando los miré actuar. Así son las historias.
Ficha técnica. TÍTULO ORIGINAL: El viento. GÉNERO: Drama. DIRECCIÓN: Eduardo Mignogna. GUIÓN: Eduardo Mignogna, Graciela Maglie. INTÉRPRETES: Federico Luppi, Antonella Costa, Pablo Cedrón, Mariana Briski, Esteban Meloni, Ricardo Díaz Mourelle. FOTOGRAFÍA: Marcelo Camorino. MÚSICA: Juan Ponce De León. MONTAJE: Marcela Sáenz. ORIGEN: Argentina-España (2005). DURACIÓN: 92 minutos.


publicado en el suplemento Cultural de El País. 051104


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