jueves, marzo 20, 2014

El frac

Un uomo in frac

A man in white tie


Texto: Ana Larravide




Sinónimo de elegancia varonil. Intemporal, perfecto: el frac.
Reyes de España y de Inglaterra, magos, premios Nobel, directores de orquesta, diplomáticos, presidentes, melancólicos noctámbulos, actores de Visconti o Duvivier... desfilan bajo la luna con sus pecheras blancas enmarcadas por el negro absoluto del más sofisticado y sobrio de los atavíos viriles.


“È giunta mezzanotte... si spengono i rumori.
Si spegne anche l'insegna di quell'ultimo caffè.
Le strade son deserte, deserte e silenziose,
un ultima carrozza cigolando se ne va...
Il fiume scorre lento, frusciando sotto i ponti
La luna splende in cielo... Dorme tutta la città...
Solo va
un uomo
in frac.”

¡Un hombre en frac!... la vieja canción de Doménico Modugno sigue siendo su descripción más romántica y cautivante: la elegancia y melancolía de ese caminante nocturno (Modugno evocaba golpeando su guitarra sus rítmicos, lentos, pasos) es inolvidable... Conmueve como si lo estuviéramos viendo perderse en la niebla de la calle desierta en la que “se apaga la insignia del último café”.
Ha il cilindro per cappello, due diamanti per gemelli, un bastone di cristallo, la gardenia nell'occhiello... e sul candido gilet, un papillon: un papillon di seta blu.” ¡Y no hay más que decir!: “una galera, dos diamantes como gemelos, un bastón de cristal, una gardenia en su ojal... y sobre el cándido chaleco una mariposa, una mariposa de seda azul.” Tal vez en ese único detalle se puede disentir: lo habitual es que la “palomita” elegida sea blanca, como la pechera que la anida. (*)

Il Gattopardo
Burt Lancaster y Alain Delon se acercan a Claudia Cardinale. De frac. Ellos pueden enseñarlo todo en porte y atractivo.  La chaqueta, que no va abrochada, por delante se corta en la cintura (como las de los toreros) pero por detrás lleva la característica cola que le da al frac su nombre inglés: tailcoat o tails. La chaqueta perfecta incluye el detalle blanco del pañuelo de bolsillo, de seda. La camisa, por supuesto blanca, es de pechera dura, cuello doblado hacia arriba y puños de doble ojal, para los gemelos (nada se opone a que éstos sean de brillantes, como los botones de la camisa). Los pantalones, de corte clásico, del mismo género que la chaqueta, llevan una cinta lateral en raso. Medias negras, de seda. Zapatos negros, de charol, lisos. O zapatos de baile con lazos, estilo s. XVIII.
Chistera de seda negra. Abrigo o capa negra, de lana, cachemir o seda.
Bufanda: blanca, de seda o de lana fina. Guantes: de seda blanca o de gamuza gris claro. Bastón de paseo, negro (de cristal, como el de la canción,  podría ser... la empuñadura)
El frac admite bandas, medallas, condecoraciones. Se usa en actos académicos, recepciones y cenas de gala. La corbata blanca, de piqué, se vuelve negra (y lo mismo el chaleco) en los actos religiosos o académicos.
Tal vez le negaran la entrada, al exquisito baile de Visconti, a Salvador Dalí, que eligió un epatante frac verde, de chaqueta bordada con palmas doradas cuando lo nombraron miembro de la Academia de Bellas Artes de Francia. “Soy el elemento que faltaba para que esta Academia tenga algo de divino" aseguró, acariciando la empuñadura de la espada diseñada por él mismo: un águila con las alas desplegadas y ojos penetrantes, iguales –según él– a los de Gala.

Seis destinos
El frac, prenda de máxima etiqueta, se usa a partir de las siete de la tarde. Antes de esa hora, sería “demasiado temprano para un caballero”.
Pero ¿qué caballeros lo usan? Según los tiempos de su historia, un frac puede pasar de caballero en caballero... Así lo vemos en Seis destinos (Tales of Manhattan) una película de Julien Duvivier, poco conocida o poco recordada, pero que marcó un estilo argumental. Un frac viaja de una historia a otra y cambia el destino de varias personas. Desde la comedia al drama viste personajes diferentes... y, con cada uno de ellos, es diferente también. Para realizar  el guión de Seis destinos participaron  unas treinta personas. Entre ellas Billy Wilder y Buster Keaton.(**)
            Esas seis historias fueron pensadas por la Fox para reunir grandes actores que mostraron medios sociales muy diferentes (siempre en frac): Charles Boyer, Henry Fonda, W. C. Fields, Charles Laughton, César Romero, Edward G. Robinson...
El frac derivó, en esa película de Duvivier en un triángulo amoroso de alta sociedad, lo lució Charles Boyer encandilando a Rita Hayworth. Pasó a una comedia sentimental entre Ginger Rogers y Henry Fonda. Vistió en su primer concierto a un tímido y pobre músico genial. Lo compró Charles Laughton en una oferta de ropa usada, creyendo que encontraba una fortuna en su bolsillo.  También sirvió para exaltar las virtudes de la leche de coco. Y, al llegar a un asilo para desvalidos, el viejo frac sirvió a un alcoholizado Edward G. Robinson, que había sido un prestigioso abogado y ahora, invitado a una cena de antiguos compañeros de la universidad, se amparó en él. En el último de sus seis destinos fue protagonista de un milagro. ¿Qué más se le puede pedir a un frac? 

El frac triunfal
Lo vistió Fred Astaire.  La historia de La bella de Nueva York lo cuenta a punto de contraer matrimonio en cinco ocasiones. Se arrepiente siempre, pero en la quinta vez la novia no se da por vencida: Vera-Ellen es una magnífica bailarina y las escenas musicales que comparte con Fred Astaire fueron un derroche de seducción. En esa película, Astaire –de frac –  baila  sobre el Arco de Triunfo de Trafalgar Square y por los tejados de Nueva York.
            Hay que admitir que el frac no vistió solamente a dignos académicos y a espléndidos galanes: saltó alguna vez al guardarropa femenino. La primera en vestirlo fue Marlene Dietrich, en la película Morocco. Con galera y todo. Y no le quedaba nada mal.
            Para hablar de fraques rioplatenses podemos recordar el que vistió Felisberto Hernández, en el personaje de su cuento El acomodador: “Mi turno en el teatro era el último de la tarde. Yo corría a mi camarín, lustraba mis botones dorados y calzaba mi frac verde sobre chaleco y pantalones grises”... o la pechera resplandeciente de Carlos Gardel, que hacía juego con su sonrisa. Y otra sonrisa famosa: la de Juan Perón, en frac, junto a Evita vestida por Dior.
            En fin, La idea de llevar un atuendo negro por la noche la tuvo el escritor  Edward Bulwer-Lytton, como gesto romántico para indicar su hastío y desesperanza. Él escribió, en 1828, que " las personas deben ser muy distinguidas para que les siente bien el negro". Esa declaración desafió a los dandies londinenses. Entonces nació “the man in white tie”.
Pasan los años. Permanece el frac. 








(*) www.youtube.com/watch?v=RKN7KFDA28o
(**)  www.youtube.com/watch?v=LbcIKzSoCOE 

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