lunes, marzo 03, 2014

Gabriela Izcovich

Conversación con Gabriela Izcovich

El cuerpo no miente
ANA LARRAVIDE

Autora, actriz y directora ha llevado al teatro Intimidad de Kureischi, Nocturno hindú, de Tabucchi, La venda, de Siri Hustvedt... En cine protagonizó Tiempo de valientes, con Luis Luque y Diego Peretti.
El 6 de junio estrenará Miami, de Cynthia Edul, en el teatro El Cubo junto a Luis Ziembroski y Violeta Urtizberea, dirigidos por Pompeyo Audivert.
En julio lleva Todos Hablan a Barcelona, al Festival Internacional Grec. Al regresar a Buenos Aires presentará su nueva obra, Sin voz, en el Teatro El Nudo. Actualmente dirige Por favor sentate, en el Teatro del Borde, los viernes, en San Telmo.




Rostro entrevisto a través de rulos negros, ojos que se achinan al sonreír, espalda fina y móvil. Como una llamarada oscura y seductora Gabriela Izcovich es en si misma un espectáculo. El bar, con billares al fondo, se llama La Academia. Y mientras toma allí su té sus gestos y su voz
En su infancia se disfrazaba siempre. Volvía loca a su madre porque cada mañana al despertar le decía “Hoy me llamo Laura”. Si en la tarde ella la llamaba ¡Gaby…! no contestaba. ¿Inés? ¿Sofía?… No había respuesta, hasta que el nombre del día era recordado.
-¿Nos inventamos un guión subconsciente al comenzar a vivir?
-Me parece que sí. Mis juegos recurrentes en la infancia eran ser maestra (me inventaba alumnos) o ser bibliotecaria: la biblioteca de mi papá era muy grande; entonces yo escribía fichas, entregaba libros a gente imaginaria… No traen el té... ¿Yo puedo ir comiendo, verdad? ¿Querés un pedacito?
-Gracias. En Todos hablan eras una muchacha a quien su abuelo le contaba historias.
-
Si… cada una empezaría muy alegre, se volvería tristísima… y al final, sorpresivamente, se convertiría en un cuento cargado de optimismo y con un desenlace feliz.
-¿Y la vida?
-La vida… yo soy una persona feliz, muy optimista. Suelo enfrentar los problemas con mucha energía. Pero ahora estoy leyendo “Si esto es un hombre”, de Primo Levi, (sus memorias del campo de concentración) y pensaba que, por más optimismo que uno tenga, si te toca algo así… ¿qué hubiese hecho yo en un campo de concentración?
-Viktor Frankl, que vivió en uno, observó que allí no sobrevivían los más fuertes tanto como los que tenían un muy querido proyecto futuro.
-¡Puede ser, si, que el futuro tenga un imán que atrae y te salva! Me apasiona el tema del futuro, del azar. Siempre pienso ¿qué pasaría si…? o... puede ser que el próximo hombre de mi vida ahora esté haciendo compras en un supermercado en Hong Kong… ¡Pienso en esas cosas, que trabaja tan bien Paul Auster y que parecen mágicas!
-“Ella busca un libro. El lee en el banco de una plaza. Ella se sienta a su lado. El concluye la última página y se lo regala. Era el libro buscado.”
-¡Eso me apasiona! El azar es un motor enorme en mi vida. Y otro, la observación.  Aquí en este baraquellas dos personas… ¡Mirá si una de ellas ahora se pusiera a llorar! No hay nada más bello que un rostro en acción. Los cuerpos hablan. Y no sólo los cuerpos: también la decisión de una persona en relación al espacio donde se ubica: al lado de la ventana no es lo mismo que en la penumbra allá al fondo…
-¿Y esa muchacha, allá, con un la pera apoyada en la rodilla y el pie descalzo?
-
Parece cómoda con su cuerpo. Las mujeres ahora son menos tímidas, y los pies desnudos resultan una parte muy sensual. Cuando doy clase, observo el lenguaje de los cuerpos: es lo primero que aflora en la gente que viene a estudiar teatro. Los adolescentes suelen esconderse: usan las mangas hasta las falanges… o se ocultan diciendo “Todo bien”, cuando está todo mal…
-¿Y los adultos?
-Están agarrotados. Dicen que les duele el cuello, que les duele la espalda, que les duele el alma. Ni siquiera saben lo que les pasa. Lo que manifiestan es dolor muscular. Pero cuando salen de la rigidez la línea de pensamiento se empieza a filtrar…y, antes de aparecer la palabra que diga lo que les pasa, algo se ve en su rostro. Si lo que dicen después no coincide con ese anuncio, les digo: “No estás diciendo lo que sentís.”
- Tu taller de teatro se llama Konstantin. Stanislavsky recomendaba: “No nos afanemos por representar de golpe una pasión en toda su magnitud; anotemos gradualmente los numerosos episodios y momentos aislados que la forman." ¿Es un buen consejo?
-Sí, lo es. Una gran pasión, en mayúsculas, sonaría falsa. Es más verdadero representar los pasos de esa pasión: sus acercamientos, sus retiradas, como en la vida.
-¿Ese imperativo de la anotación, acercó tu trabajo de actriz al de escritora?
-Es probable. Tengo una gran tendencia a hacer listas interminables. Listas sobre lo que quiero hacer, listas de temas que decir: cuentos, textos que robo de otros autores que me expresan...
-“El actor no finge, vive.” 
-
Así debería ser. Es calamitoso fingir, también para quienes no son actores. Nada me duele tanto como una persona que no es honesta con lo que siente: un chico que sigue una carrera que no le gusta, un novio que está diciendo algo que su rostro no expresa… algo contrario a lo que siente…
-¿Por ejemplo, qué?
-A ver… podría decir (estoy inventando): “Necesito tener un impasse en esta relación, analizar mis sentimientos” ¡Y vos estás viendo, y viviendo, que esa persona te quiere tanto que no sabe que hacer con eso! Y siente miedo de su amor.
-Es un miedo frecuente.
-Si nos viéramos a nosotros mismos nos harían sonreír los enredos que fabricamos en nuestras relaciones, derrochando oportunidades de ser felices. Derrochamos el tiempo entre nacer y morir. Hay una gran sabiduría en los ingleses, cuando dicen que actuar es to play. ¡Quizás lo mejor sea tomar la vida como un juego!
-¿Es un consejo?
-Es un punto de vista. Aconsejar es imposible. Cada ser humano es único en su expresión, en sus sentimientos… y creo que también los vínculos son únicos, y son impenetrables para los demás. Los vínculos son construidos por dos personas… y no hay dos iguales. Ayer ensayábamos una parte de mi próxima obra, Por favor sentáte: ella está llorando, por un amor perdido. Y él le está vendiendo un sillón. Él le dice: “¡¡Soy un enamorado del amor… el amor despierta cosas, expresiones, sentimientos… como nada en el mundo…!!” ¡Me encantaba escuchar eso...!
-Como si fuera un descubrimiento radiante.  
-
¡Habría que decirlo así todos los días!... el amor es de una riqueza.... Por eso es tan difícil actuarlo; por todo lo que despierta. A veces también da miedo. Algunos prefieren romperlo antes de que se rompa.
-Además de no fingir, ¿qué precisa, un actor?
-Somos nuestro propio instrumento: somos un cúmulo de complejidades, que hay que entrenar y saber utilizar: la emoción, los recuerdos, los sentimientos, el cuerpo, la voz, la imaginación.
-Qué difícil.
-¿Qué te ha gustado más últimamente?
-Pequeñas cosas, que voy a ver a veces en teatros escondidos, como el Teatro del borde, muy chiquitito. A mí, en teatro me gustan las cosas hechas sin nada, sin escenografía, con gente que se reúne a pulmón. Las grandes producciones no me gustan, les huyo. ¡No hay que poner nada, en teatro! Hay que contar con la imaginación del público. Una vez tuve que escenificar la India; el protagonista de Nocturno hindú deambulaba por la India. Dios mío, con todos los paisajes, los ríos, la población que tiene la India -pensé- ¿cómo se hace para representar esa superpoblación, esa pobreza extrema? Y lo que puse fueron cuarenta sillas rotas. Me pareció que eso estaría bien. Cuarenta sillas rotas desperdigadas por el espacio. La gente que había viajado a la India y vio la obra decía “me sentía en la India”.

PURO TEATRO
¡Cuántos conflictos tendrían solución si fuéramos capaces de decir con sencillez lo que sentimos! No lo somos. Entonces armamos escándalos o protestas por motivos fútiles, que nadie puede reconocer como verdadera fuente de un problema. Esas situaciones, tan dolorosas en la vida real son las predilectas por los autores teatrales.
-¿Cuándo sentimos algo que no logramos decir, “hacemos teatro” ante los demás?
-A veces ni siquiera somos capaces de reconocer lo que sentimos; menos, de expresarlo. Pero lo mostramos en estallidos o en teatralizaciones, sí. Harold Pinter lo muestra muy bien en Traición.
-¿Cómo es, Traición?
-Dos hombres, amigos entre ellos, y una mujer ocultan sus afectos.  Ella es esposa de uno, amante del otro. El marido lo sabe, el amante no sabe que lo sabe. Ellos se reúnen en un restorán. Son ingleses, el restorán es un restorán italiano. Como ingleses, se espera de ellos que sean reservados. Pero el restorán elegido es símbolo de una cultura expresiva: la italiana. Y allí arman un escándalo, teatralizando sus sentimientos.
-¿Qué le pasa al espectador de un conflicto teatral?
-Se mimetiza, se alivia. Se dice “esto no me pasaba sólo a mí”… El creador de la obra, por su lado, siente una liberación. Transformar situaciones en un hecho artístico siempre es mucho más interesante que quedárselas adentro. Tener una visón artística de la vida, ésa es la maravilla que permite la construcción literaria o teatral: ver que… él tiene razón, él también, ella también, ella también…. El teatro permite mostrar la razón de todos, la emoción de todos…
-Que Todos hablen. En cuanto a tu nuevo estreno: Por favor sentáte… ¿a qué alude ese título?
-Sentáte, quedáte tranquilo, donde estás. Sin miedo al futuro, sin cargar el pasado… Sentáte: aquí mismo. Y disfrutá.































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