lunes, marzo 03, 2014

Graciela Borges

Entrevista con Graciela Borges, 
por Ana Larravide. Publicada en Convivir, Montevideo.


Borges  con  perfume de mujer

     
Sobre Figueroa Alcorta en un piso 13 con vista al río, un salón de tapizados blancos, con adornos de plata pulida, cuadros, rosas: un ramo inmenso. Es explicable que Gertrude Stein, evitando toda cursilería describiera esas flores acentuando "una rosa es una rosa es una rosa".
         Graciela Borges entra al salón. Puedo mencionar su sonrisa, su voz levemente ronca, sus manos expresivas, pero ella no es la suma de esos pequeños datos: es Graciela Borges es Graciela Borges es Graciela Borges.


-  No debe ser fácil separar la vida de la obra, para un  actor. 
- Hay un vaivén entre ambos. Puede que un personaje se adueñe de uno. Hay que ser muy fuerte para no dejarse invadir por él, fuera de la actuación.

- ¿Le ha pasado?
- Si, me ha pasado y es muy peligroso. Hay un científico norteamericano, que se llama John Rogers: creó unos seminarios (también se han hecho en el Uruguay) que se llaman mirar hacia adentro, inside. El insiste en que el actor tiene que tener cuidado con el personaje que elija. Sobre todo porque adentro de nosotros siempre tenemos un ser básico (yo, tú, mi hijo, todos... el suyo), que es el de la alegría. Este ser básico, este "niño" (porque es el nosotros mismos de cuando teníamos seis, siete años) no diferencia ficción de realidad: como no es mentiroso, le angustian los personajes. Cree en todo. Cuando el personaje dice "soy suicida", "soy borracho", "soy desgraciado", él sufre mucho. Hay que alertarlo, defenderlo.

- ¿ Cómo influye haber visto antes una obra interpretada por otros actores?
- Cada uno le pone su verdad interior. Por ejemplo, el personaje femenino de "Cartas de amor" (me encantó como lo hizo Alicia Bruzzo y no tuve la suerte de verlo hecho por Bárbara Mujica) yo lo siento más frágil... La veo mucho más perdida. Una lost a quien le hace mucha falta que la amen, que la contengan. 

Le traen un tazón de sopa.

-¿De veras no querés tomar nada? Hoy apenas almorcé: nada más que una latita de caracoles

- ¿Qué fue lo que almorzó?
- ¿Viste que ahora vienen en latitas? Me encantan, los caracoles de mar. Cuando vaya a Montevideo, me daré una vuelta por el Mercado del Puerto... Estaré muy cerca de allí, en la Ciudad Vieja. Voy al Teatro Solís ¿Cómo es?

- Es un teatro incomparable con el Teatro Colón. Un teatro de medida uruguaya. Va a gustarle.
- Sí, sí. ¿Sabés? Montevideo es una ciudad donde siento que podría vivir. Aunque me siento profundamente argentina.

- ¿Sus abuelos, dónde nacieron?
- Tengo mi gran abuelo, vasco. Tomás, se llama. Es mi abuelo paterno. El que más he amado. El otro, a quien no conocí, era francés. Dicen que era maravilloso. El único muy alto de todos nosotros. A él debe salir mi hijo. Yo mido 1,67: no soy alta.

- Entre los regalos que recibió en su vida uno singular fue el de Borges.
- Ya lo creo. Cuando yo era adolescente, iba los domingos a la casa de Augusto Mario Delfino. Era amiga de su hijo, los dos teníamos catorce años, íbamos al liceo. Yo iba a hacer, al mismo tiempo, "El bosque petrificado", de Sherwood (lo primero que hice en teatro), suplantando a María Vanner. En esa época los padres solían ser severos. El mío --con quien después llegué a una gran relación-- lo era. Yo estaba muy angustiada porque mi padre no estaba de acuerdo en que usara su apellido, Zabala, en teatro. Borges --yo entonces no sabía quien era-- era amigo de esa casa. Se acercó y me dijo "No llore, yo le presto el mío" --el decía "mi nombre", no mi apellido: "mi nombre es Borges"-- años después, cuando me cruzaba con él, me decía "¿Sigue honrando mi nombre?" ¡El, nada menos, decir eso! No se puede ser más generoso.

- Otro regalo especial, escuché decir, fue el dibujo que le hizo Picasso.
- Si, ¡en una servilleta! Durante una comida, en Saint Tropez. Yo tenía dieciseis años. Habíamos ido al Festival de Cannes para presentar "Zafra". Todo el mundo se fotografió con esa servilleta dibujada, en la que decía "Para Graciela, de Picasso". La guardé en mi cuarto del hotel. La fui a buscar, al rato, porque me la pidió Lucas De Mare para mostrársela a otras personas, y... ¡la habían llevado a lavar! Pobre dibujo. Fue "lo que el agua se llevó".

- Algo muy parecido sucede en un cuento de Bradbury.
- ¡Sí! Un hombre que admiraba a Picasso, que hubiera deseado tando un dibujo suyo, y ve a otro, dibujando en la arena a la orilla del mar. Cuando ese hombre se aleja, él se acerca a mirar: y era un dibujo de Picasso. Después, la marea se lo lleva.

- Aunque lo leí en una entrevista que le hicieron, no estoy muy segura de que usted haya  dicho "Nunca fui feliz".
- ¡No lo dije! No lo leíste en la nota. Esa frase les gustó como título... la pusieron entre comillas, pero, como se sabe, "No fui feliz" es una frase de Borges.

- "Del otro", entonces.
- Sí, "del otro" -para este caso, el verdadero. Yo dije, al contrario: "Nunca fui más feliz que ahora". Esa es la verdad. Por cierto... estoy tan agradecida con la vida: he sido feliz teniendo un hijo, he sido feliz trabajando... Pero les habrá parecido... no sé, un buen título.
De todos modos, es evidente que he sido y soy muy feliz. ¿Cómo no serlo? la vida es un privilegio, he ido por la vida conociendo tanta gente gloriosa, esa gente que le hace a uno circular la sangre y las ideas, gente movilizante y maravillosa.
¿Cómo no ser feliz teniendo un hijo como el que tengo... amigos entrañables...? ¡Y con lo que me gusta comer, pasear, caminar...! ¡pudiendo actuar!

- ¿Qué es lo que más le alegra haber aprendido, últimamente?
- Lo que más me alegra en mí, en los últimos tiempos... es haber descubierto mi amorosidad, mi capacidad de amor hacia el otro.
Los otros son mis maestros. Hice un seminario... no diría de enfermos terminales sino de enfermedades que atentan contra la vida (porque terminales, somos todos). Allí había gente con graves problemas: el ochenta por ciento tenía sida, había muchos con cáncer... Fueron mis maestros: la alegría, los compartires que hubo ahí... cuando al final del seminario (que tocaba puntos clave, sobre cuidarse y la autoestima y tratar de vencer los miedos) se sacaron, las chicas, los pañuelos que con mucho pudor habían tenido puestos, porque estaban peladas, por la quimioterapia... Yo pensé que eso tenía el más grande valor. No hubo premio en la vida por ninguna película mía que me diera la emoción, la alegría de encontrarme con seres así, con quienes poderme abrazar, y que me honren con su enseñanza. Son mis maestros. Creo que la solidaridad es lo mejor que he aprendido. No te digo esto para parecer buena, ni siquiera me importa que lo crean. Te lo estoy contestando desde el corazón, porque me lo preguntaste.
Y lo que más feliz me hace es el servicio. Creo que lo más maravilloso en la vida es centrarse. Cuando uno está centrado, no hay zonas negras.

- ¿A qué le llama "centrarse"?
- A estar en el corazón. En la inteligencia del corazón. A mantenerse neutral, inclusive. No dejarse llevar por la emocionalidad... Fui una emocional fatal, toda mi vida.

- ¿Ahora, no?
- Ahora estoy tratando de aclarar las zonas oscuras de mi vida, limar asperezas. Por ejemplo: el apego. Y no hablo de apego a las cosas materiales sino a los seres. Quiero ser capaz de querer a alguien sin necesitarlo. Puede estar lejos: igual está dentro mío.
También me he dado cuenta de que enjuicio mucho. A veces, juicios pesados; a veces, livianos. Pensaba que no, pero lo hacía mucho. Y juzgar de ese modo nos aparta de los otros y de nosotros mismos.
Otra cosa que estoy tratando es mantenerme más neutral, que me pese menos la emocionalidad.

- Estar neutral ¿cómo es?
- Es centrarse en el corazón, que es la parte mejor de uno. Otra cosa es dejarse dominar por la emocionalidad, aquí, más abajo, en el plexo solar. Es la zona de los miedos, del "¿Qué pasará?", del "¿Podré?"

- ¿Del "siento un nudo acá"?
- Del nudo. No hay que darle poder a esa zona. Aunque tengamos esos pensamientos, no instalarlos, aligerarlos, llevarlos más alto y que maduren acá, en el corazón.
Me ha importado mucho, he trabajado mucho, el tema de ser capaz de mayor neutralidad. Porque uno enferma a las cosas al dotarlas de tanta trascendencia, con la emocionalidad: "¡Que se cure Fulano!"... pero, a lo mejor, vino a cumplir algo esa enfermedad. Y ¿quién soy yo para interponer mis deseos con tanta fuerza? Si lograra ser más neutral podría decir, sin desesperación: "Que Fulano esté bien".

- ¿Ser más "neutrales" significa aceptar mejor lo que resulta distinto a como hubiéramos querido?
- Significa pedir luz para los demás y para nosotros mismos en lo que nos toca vivir.

- Dio esa imagen de las mujeres sacándose el pañuelo que tapaba "lo distinto": la falta de pelo que socialmente marcaba su enfermedad. Quedaban con su realidad del momento, esperando que los demás la aceptaran y aceptándola ellas... Eso es infrecuente.
- Bueno ¿ves? la neutralidad y el no juzgar (la falta de prejuicio) ayuda mucho, en esos casos, a poder decir "¡Es una linda persona, aunque sea diferente!" o "Me acepto, así, diferente".

- ¿Hay rechazo, en general, a "lo distinto"?
- Los jóvenes son mucho menos rigurosos con eso.

- ¿Hay muchas chicas angustiadas por no ser iguales a un modelo que las obsesiona?
- Eso es culpa de la sociedad de consumo. Ahí aparecen bulímicas y anoréxicas, que se proponen lo imposible. Pero hay muchos otros jóvenes que sienten que lo de afuera es muy efímero y que este fin de siglo, aparte de las crisis y de la angustia, va a servir para mejorar, para el servicio, para estar más "en el corazón". Creo que hay una gran toma de conciencia.

- ¿Cree que las formas de vivir mejoran?
- Sí, sí. Nos hemos vuelto más ecológicos, respiramos mejor, comemos mejor, hacemos más gimnasia....

-¿Ha sentido alguna incomprensión? ¿Dolió? ¿Pudo superarla?
- ¿Sabés? Voy por la vida tratando de olvidar esas cosas, porque son como piedras, si uno carga con ellas.
Mirá. El otro día hablaba con Leonor Benedetto --almorzábamos juntas-- y ella estaba asustada: entre las mujeres de nuestra generación -me decía- encuentro muchas con angustia y con enfermedades. Y nos parecía que enfermarse es una decisión. Como descarnar, también, es una decisión.

- ¿A la muerte le llama así?
- Si. Creo que hay, solamente, gente que se adelanta en el camino.  No puedo hablarte de las neurosis que hacen a la gente... suicidarse. Es un tema que no toco. Pero hay algo, en personas con una vida clara, que de todos modos dice "descansemos". Creo que es así... ¡Andá a saber si será!... Pero siento que hay decisiones en ese sentido. Lo mismo que, también, las hay de curarse: hay personas que, uno no lo puede creer, pero se curan.

- ¿Sabés? Hablás de esto y, si bien son temas que están un poco como "de moda"...
- ¡A veces tengo alguna duda, sobre la reencarnación... pero, no! Si no fuera así, sería muy injusto...

- Aparte de que esté de moda hablar de ella, está...en la memoria de la humanidad. Uno de los mitos poéticos más lindos que conozco es el del Castillo de Arianrhod, un castillo en forma de espiral, bajo la estrella polar, "donde se espera la continuación del viaje"...
- Es muy lindo eso. Yo creo, además, que debe ser cierto. Creo que venimos teniendo que aprender algo y que, cuando terminamos de aprender, nos vamos. Por eso no hay que cortar la vida. Hay que cumplir ese tiempo de aprendizaje, con todo lo que implique. Para no volver atrás.

- Le ha tocado en suerte la belleza. ¿Le ha facilitado el acercarce a los demás o alguna vez la alejó de los otros?
- Ahora no, pero cuando comencé a trabajar -con toda la dedicación por hacerlo bien- percibí que había quienes valoraban que yo estaba linda en un film, sin ver nada más.
Recibían sólo una parte de lo que tenía para dar. Esto no es una queja sino una reflexión: a mí, o a cualquiera, le hace bien que los demás reciban lo que ofrece. La belleza, a veces, es lo más rápidamente aceptado. O lo único aceptado.

- ¿Eso duele?
- Impone una cierta distancia: ser reconocida por una cosa puede volver más difíl ser reconocida por otra.
Creo que todo tiene un por qué. También la belleza. Hay quienes son inseguros ante la belleza o la sensualidad de los demás. Hay quienes son enormemente seductores siendo feos. Buena parte del atractivo pasa por lo físico, lo sensual. Pero no hay nada más erótico que la inteligencia.

- Entre sus personajes hay uno, en especial, la Clara Marino de "Pobre mariposa"...
- ¡Clara Marino es un personaje que adoré!... Toda esa cosa distraída de ella, todo ese final... De no saber qué era ser judía, de no tener toma de conciencia y no ver que había gente que hacía mal... La escena que va con el primo al cine, que le muestra quiénes son los judíos y qué les pasa.  Esa cosa de ser estrella. De la Radio, claro... Ahora las locutoras no tienen ese papel tan preponderante a pesar de que son divinas. Entonces se vestían de largo, la gente las aplaudía en un escenario... ¡eran "estrellas"! Me fascinó hacerla. Fue un film tan inteligente, tan al corazón.

- Con él fueron al Festival de Cannes.
- Sí.

- Pero la primera filmada por Raúl Della Torre fue "Crónica de una señora", hace unos veinte años. Tú eras Finita. Y, para ella, no había escapatoria...
- "Crónica..." fue como una toma de conciencia. ¡Cuántas mujeres se me acercaron entonces, diciéndome: "Yo soy Finita". Yo siempre se lo contaba a María Luisa.

- Fue el primer guión de María Luisa Bemberg.
- Si. Al principio tenía un nombre horrendo: "Margarita también es una flor". Lo cambió Raúl.
Hice muchos films con personajes que me gustaron mucho. Uno, de una mujer que se separaba. Coincidió con el momento en que yo me separaba con dolor de un hombre al que amaba, Juan Manuel Bordeu. El film era "Sola". Lo hice con Lautaro Murúa, que era un rey para actuar y ahora, que está enfermo, lo extraño mucho. Luis Brandoni hacía el marido. Había, en la película, conversaciones sobre el desamparo, sobre lo que significa aceptar cambios... sobre el esfuerzo, tan grande, de seguir caminando. Cuando alguien nos enseña que se puede seguir adelante en los momentos difíciles ¡lo agradecemos tanto!

- El hombre que le regaló su nombre decía que "entre las cosas hay una/ de la que no se arrepiente/ nadie en la vida, esa cosa/ es haber sido valiente". ¿Usted lo es?
- ¿Valiente? A mi manera, sí.

- Fernando Savater define la Ética como "la valentía sumada a la generosidad". Se refiere a la valentía como valor y dice que, sin generosidad, puede ser sólo prepotencia.
- Estoy muy de acuerdo con esa definición. John Rogers, de quien te hablaba antes, dice que la ética es otorgar al otro la dignidad de su propia expresión. Y agregaba: "pero con la firmeza de nuestros propios conceptos en lo que debemos hacer".
Yo, en algunos casos, no he sido valiente... Aprendí a serlo con el tiempo. Hay momentos en que las inseguridades y una autoestima más baja y ciertos miedos no nos permiten comportarnos como valientes.

- ¿Ciertos miedos?
- El miedo, es simplemente una energía. Es maravilloso pensar en lo positivo de lo negativo. El miedo, bien usado, está detrás de las grandes acciones. El problema es conseguir traspasarlo. Algunas veces no habré sido valiente. Pero ahora, sí. Ahora quiero honrarme. Y esto tiene que ver con darme a mí misma la dignidad de mi propia expresión. No con soberbia. Sino como vos decías, con valentía y con generosidad.

- Lo decía Savater.
- Si, sí... en ese libro de tan buen nombre... "Invitación a la ética".

- ¿Se imagina a si misma más adelante?
- ¿Para qué? Estoy en una etapa buena de la vida. La palabra con que más vinculo el momento en que estoy, es agradecimiento. Trabajé mucho... siempre con mucha alegría, aunque a veces llorara (una cosa no impide la otra). He hecho lo que pude. En adelante... espero hacer cada día lo mejor que pueda, sin ansiedad por esperar resultados.

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