lunes, marzo 03, 2014

Juan Carlos Mareco

Juan Carlos Mareco

por Ana Larravide (año 1995).


"Nunca dejé de cebar yerba uruguaya"

Si cerrara los ojos, creería estar entrevistando a una multitud: habla un señor que con tono elegante dibuja imágenes precisas... otra voz enlaza rápidas frases coloquiales llenas de guiños y juegos de palabras. Habla un tano, un gallego. Aparece un "canario" con el tono arrastrado y jodón del hombre de campo. Silban pájaros. Alguien tararea una zamba o un valsecito peruano o evoca -melancólico- un poema. Intercala piropos (ni creíbles ni creídos, regalo ingenioso, firuletes de la charla). A veces la voz es dolida y se vuelve más rápida, sacándole importancia a la pena que se escapa y no debiera. Suena también la voz alegre, optimista, que encuentra motivos de sonreír y los comparte. Todas esas voces son la de Pinocho: Juan Carlos Mareco.
En las antípodas de Marcel Marceau (dueño del silencio) Mareco se le parece profundamente en algo: en la multiplicidad y el vértigo. No recurre a pasar la mano por su cara -como cambiando máscaras- para transitar personajes. No le hacen falta gestos. Pero es capaz de crear, saltando velozmente de una en otra, la ilusión de cualquier presencia.
Eligió como oficio provocar sonrisas. Sabe que las sonrisas vienen del bienestar de la gente, de brindarles afecto, de valorar sus sentimientos y lo que son capaces de hacer. Por eso no se cansa de ponderar a los otros, de animar músicos, difundir poetas. Es capaz de hablar de mil maneras pero sobre todo es capaz, antes, de escuchar a los demás.

En Buenos Aires, "El show de Pinocho" fue, en televisión, durante años, el lugar del buen humor y la cordialidad.
Esta entrevista con Mareco se realizó en Radio Nacional, durante un programa que él dedica a la música folclórica y al diálogo con los oyentes. ¿Una ilusión, en cada tarde de trabajo?: que alguno de esos llamados llegue desde la Banda Oriental, donde nació.

- A Buenos Aires pertenece la mayor parte de su vida profesional. Pero ha nacido en Carmelo.
- Si te contara mi vida, estaríamos días... Ojalá fuera posible, querida.
- Elijamos, si quiere, momentos decisivos: ¿Por qué se fue de Carmelo?
- Fui a estudiar abogacía, a Montevideo. Vivía en una pensión (pasaba hambre) en la calle Lavalleja, frente a la sede del Club Nacional de Fútbol.
- ¿Qué vinculó a un estudiante de derecho con aquella banda de bohemios, de compositores, de actores, que fué "La troupe ateniense"?
- Ingresé a La troupe ateniense gracias a Dios y al interés y el cariño que puso "El loro" Collazo -alma del grupo- en enterarse de quién era un tipo -"un gracioso de Carmelo", le habían dicho- que, en la Facultad, hacía matarse de risa a todos imitando a un profesor ceceoso.
Me llamó para imitar a Cantinflas, que estaba de última moda. ¡De primera moda -mejor dicho- en esa época! Fue un éxito tan descomunal que en Radio Carve -Defeo, Fontaina- me llamaron, para imitar personajes.
Loco de la vida lo llamé a mi padre: "Papá ¡me llaman de la Radio!" Y él: "¿El estudiante becado de Carmelo (¡el único!) va a contar chistes en la radio?"
Valga decir que yo me había roto las guampas durante cuatro años para ganar esa beca. Mi familia era humilde y esos veintidós pesos, me permitían estudiar.
Le conté mi problema a Wimpi.
No te hablo de él porque ni falta que hace. No va uno a explicarle a la gente quién era Wimpi. El más talentoso tipo que he conocido en mi vida... ¡Un humor... ! Un señorito. En aquel tiempo, él hacía crónicas policiales en broma.

- ¿En broma?
- Cuando la crónica lo admitía, claro. El género policial es duro.

- ¿Qué opinó Wimpi?

- "Su papá tiene razón. Siga estudiando ¡Pero busquemos un seudónimo para que pueda, además, trabajar en la radio!
Seudónimo de animalito, no sirve -me dijo- (ya está Pepe Iglesias, El Zorro, en Buenos Aires). Pensemos en Pinocho, el muñeco de madera, sin voz, fabricado por Gepetto. Supongamos que Pinocho le roba el alma a una calandria (la calandria, ave sin canto propio, imita a otros pájaros), para tener voz... Fue así, con esa alegoría tan "wimpeana", que empecé mis imitaciones llamándome Pinocho.

- ¿En qué año era esto?
- Por 1948.
- ¿Pero desde cuándo se había formado, como agrupación, "La troupe..." ¿En 1920?
- "La troupe" existió siempre.

CRUZAR A BUENOS AIRES

- Ser bautizado por Wimpi marcó un nacimiento nuevo para usted.
- Si. Así salió al aire Pinocho, con sus imitaciones de voces. Comencé a trabajar, sin dejar de estudiar. Debuté en Radio Carve. Y casi de inmediato me ofrecieron un contrato en Buenos Aires. Nos vinimos juntos, Wimpi y yo.
- El hacía los guiones de su programa.
- Nos empezó a ir muy bien. Pero mi vida se volvió un poco loca. Trabajaba en Buenos Aires y rendía exámenes libres en Montevideo... ¿Qué iba a ser yo: abogado o actor?
Un día fui a Córdoba a trabajar, para un Instituto de niños ciegos (habrá cosas conmovedoras... ¡pero un chiquito ciego!) Los divertí lo mejor que pude. Los chicos me rodearon y se pusieron a cantarme, ellos a mí, canciones mías, de las primeras. Y yo lloraba. Ellos no me veían, claro. Cuando subí al ómnibus ya estaba convencido de que la misión mía era ésa: entretener a los que les hacen falta sonrisas. El abogado que pude ser, se perdió. Me instalé acá. Y volví muy pocas veces al Uruguay... por una simple y elemental razón: porque no me han llamado.

- Se te nombra en Uruguay con cariño, con aprecio.
- ¿Qué querés que te diga...? "La única verdad es la realidad". Y la realidad es ésta: acá me han dado como premio ocho estatuitas de Martín Fierro. Ocho. El premio "Ondas", de España. Un premio en Israel. Soy ciudadano honorario, por haber sido quien más colaboró a la imposición del idioma español en la Península de Florida. Tuve algún otro premio en Nueva York, en Japón (cuando fuimos con Enzo Ardigó, en el 63)... Y ninguno en el Uruguay. (Mentira: sí tengo uno, de teatro, que agradezco). Ni los pretendo. Pero ¡me gustaría tanto que me recordaran!
¿Quiénes me han llamado? Me ha llamado este relator deportivo tan querido, Heber Pintos. El me llamó. Y también Espalter y Luisito Frade, que una vez me llevaron. ¡Me hice una ilusión! compré un apartamentito en Punta del Este. Pensé que volvía para quedarme, que volvía a las raíces... Pero fue un trabajo de un par de meses. Después dejaron de decirme que fuera, no sé. Mi trabajo era, dentro de Decalegrón, unos sketches. ¡Nos divertíamos! Cuando concluía nos íbamos a comer, a tomar un vinito... ¡Una alegría! ¡Pensé que había llegado la hora de volver! Pero no. No me llamaron más. Sin decirme por qué. Esas cosas duelen. Mucho.
¿Pero sabés? Sigo esperando, como esos enamorados empecinados. Y todos los días hablo de Uruguay, por una u otra cosa.

LO QUE IMPORTA, SIEMPRE
Siempre he hablado de Uruguay con el mayor cariño. Pero ¿si tengo dolor? ¡Vaya si lo tengo! Rara vez lo digo. Ahora te lo digo a ti. Y hace un tiempo, cuando fui, lo dije al aire en otro reportaje que me hizo Traverso. Al día siguiente recibí una carta de Luis Alberto Lacalle diciéndome "Juan Carlos, tenés razón en lo que has dicho. Toda la razón del mundo. Te voy a tutear..." (¡Mirá que para que un uruguayo tutee, no es fácil!). Se mostró afectuoso. En fin, yo no quiero que me agasajen. Pero me gustaría terminar mis años en mi tierra.
Mi poema más querido es uno que empieza "Mirá que me importabas, arisca tierra mía..." y concluye "tan callada que andaba mi sangre de oriental!" Es un poema que le gustaba mucho a Alfredo Zitarrosa. Quería ponerle música. Después, se murió y yo le cambié una línea a ese poema, para nombrarlo a él.
Una vez me dijo Julio Sosa, cuando le pregunté si pasaban discos de él en Montevideo. "¿Estás loco? Yo me vine para acá igual que vos, cuando no tenía ni para comer. Y no sé qué pasa con eso pero, para ellos, después, no contás más. Aunque seguro que, cuando me muera, tendré un busto en Las Piedras."
Se murió y, otra que busto, ¡una estatua le han hecho! ¿Pa' qué? Pobrecito.
Algo parecido decía el actor Ubaldo Martínez: "¡Ya tendré una calle en el barrio!".
Te voy a hablar de algo: con Ubaldo Martínez y el cónsul Centurión fundamos la Casa del Uruguay en la Argentina, hace años. (No el Club Oriental, que es del bacanaje). ¿Qué hacíamos? Llevábamos remedios a los uruguayos pobres; si había un tipo detenido, se hacía lo imposible por aclarar su situación y, si era justo, sacarlo de la cárcel... ¿Quiénes nos apoyaron? Cacho Silveyra y... muy poca gente. Ni el gobierno uruguayo de esa época ni el argentino.
Ni yo ni Ubaldo Martínez -nombre que recalco- hicimos eso para que nos dijeran "bravo, héroes": lo hicimos por el país.

"¿POR DONDE ANDARA EL COMICO?"
Un día supe que en el diario "La Mañana", de Montevideo, un titular se preguntaba ¿"Qué será de la vida del cómico Pinocho?" El cómico, en ese momento era nombrado ciudadano honorario en el condado de Davis en Estados Unidos. ¿Cómo no querés que tenga mucho dolor? Es como si en tu propia familia no supieran si estás vivo.
También acá, en Buenos Aires, hubo épocas en que me ignoraron. Durante la dictadura... no sé si estaba "prohibido": sé que no trabajé.

DIALOGO AL AIRE
Son las tres de la tarde. Mareco se acomoda frente al micrófono de radio Nacional. Sonríe. Y comienza:
- ¿Nos estarán escuchando en Carmelo? Espero que sigan abriendo Radio Carmelo con aquella zamba, mía: "Te plantó como un mojón El protector de los pobres
y allí te quedaste sobre un verde arroyo tristón..." Aquí estoy, casualmente, con una periodista uruguaya, ¿Te gusta Michel Jackson?" "- No." "- Me imaginaba. ¡Por eso vamos a escuchar "Estero pajarito", de Crescencio Lescano!"

Cerrando el micrófono baja la voz, inclina la cabeza y da permiso: -Pregunte, muchacha.
- Me habló de penas. Ahora, ¿no querría hablarme de buenos recuerdos?
- Claro. Hay muchos. "La troupe ateniense"... Aquellos Fontaina y aquellos Defeo.. ¡Mi amor y reconocimiento hacia los músicos es infinito! De ellos vienen tantos buenos momentos. ¿Vos sabés que Horacio Molina, espléndido cantor (padre de Juana Molina) cuando grababa en París, en un apartamentito cerca de Notre Dame -pavada de lugar-lo hacía con la guitarra de Ciro Pérez, yoruga? Grababa sus temas y convocó a Ciro Pérez con su guitarra.
-Ciro Pérez tocaba con Zitarrosa.
-El mismo.
Queridos oyentes: ¿qué es tele-pa-tía?: una televisión para la hermana de la vieja de uno. Con ustedes, la voz de Horacio Molina: "Tal vez será tu voz."
"Tu voz no puede ser -tararea- tu voz ya se apagó, tal vez será nomás... mi propio corazón".... Dame café, sé buenita.
- ¿Qué músicos uruguayos le gustan?
- Todos. No pararía de darle gracias a los músicos. Pero ¿viste qué hay misterios?: ¡en Buenos Aires ha aterrizado cada músico uruguayo!... como Canaro (de origen maragato, de San José). Y el tango más popular del mundo es del Becho Mattos Rodríguez...
Los tangos alegres de una época (contrapuestos a los dramones machistas) los hicieron uruguayos: "Garufa", "Niño bien"...
Yo me vine muy joven. Hay toda una generación que admiro profundamente, pero no los conocí trabajando: los Olimareños, Pepe Carbajal. Yo vine a Buenos Aires por el 50, el 49. Zitarrosa, Alfredito, sería un niño. Lo conocí después, a través de la amistad que forjamos, de nuestros encuentros.

- También es amigo de Serrat.
- Viví en España del 62 al 65. Yo tenía un programa de televisión, cuando la televisión española era una sola. Ahora hay televisión gallega, catalana, andaluza, vasca. Antes, había una sola, "La Televisión Española". Yo conducía el único programa de entonces con humor y música. Con intérpretes flojos: Josephine Baker, por ejemplo.
Ahí conocí a un catalán simpatiquísimo: Juan Manuel Serrat, El Nano. Cantaba, claro, en catalán. Nos hicimos muy amigos. Tratamos de convencerlo -con Waldo de los Ríos y con Chicho Serrador y con Alberto Cortés ¡de que cantara en castellano!
Y empezó a hacerlo. Fue así. Lo dice él, además, siempre.

"VOS SOS DE ACA"
Mientras interrumpe nuestra charla para hablar al aire (en realidad nuestra charla son interrupciones de su trabajo) copio, de su libro, un poema. El que le gustaba a Zitarrosa. Mareco me mira y cuando se saca los auriculares dice, sin que le pregunte nada:
- Coexisten dos sentimientos en un tipo que se va -que se va por falta de trabajo- te alegra que te valoren en otro lado y te llamen; pero lo que querrías es quedarte. Cuando me salió la oferta en Buenos Aires yo le pedí a un director de radio, en Montevideo, que me diera un sueldo, acorde al de Tatín, un chileno que hacía un programa de humor en Montevideo -lo hacía bien, por cierto. ¿No podría yo tener un sueldo acorde? y tuve una respuesta inolvidable: "
¿Sabés qué pasa?: lo tuyo es muy bueno, pero vos sos de acá". Desde entonces me ha quedado esa mezcla de pena, bronca y ganas de volver. Por eso pongo, ahí, a mi tierra le digo: "Mirá que me importabas...!" Allí me dicen "Te queremos"... pero no hay abrazo que me retenga. O "Lo que hacés nos gusta... pero mejor andáte".
- Las actitudes contradictorias en las que la actitud no acompaña a la frase ¿son lo que se llama "doble vínculo", puerta de la locura?
- No lo había pensado referido a mí, pero es cierto eso de los dobles mensajes... Me ha pasado. Y uno no sabe qué hacer. Mirá, hay gente que me cuenta que ha ido a Carmelo y que, en un pequeño tour, les cuentan: "Aquí nació Pinocho, aquí nació Mareco..." como contentos de decirlo. Sin embargo -¡y mirá que hay llamados a la Radio- nunca recibo un llamado desde Carmelo, que me diga "Juan Carlos, te escuchamos". Salvo de mi prima Titina, que llama a casa.
No es tan raro lo que pido: a cualquiera le pasa que quiere a los de su tierra. Lo que sea que uno ha hecho, lo ha hecho para ser querido. Mirá: tengo siete nietos, todos porteños, nacidos acá. Los siete dicen "Tá, tá...", "pasarlo bien...", de oírme a mí. Y hace 40 años que vivo acá. Te cuento: nunca dejé de cebar yerba uruguaya. Ni acá, ni en España. Ni en Estados Unidos. Nunca.

"CABALLERO... AL ANDAR, ANDAR"
- Bueno, señoras y señores, faltan 23 minutos para las cinco de la tarde. El número para que llamen a la radio es 322 0304 y el 322 8874. Un día cayó por aquí, cuando funcionaba Radio Mitre en este mismo edificio, una señora peruana: Chabuca Granda. Y no cantó "Jazmines en el pelo...": cantó una chacarera dedicada a los soldados de Malvinas. Preciosa mujer, creadora, entre otras cosas de esto que van a escuchar: "Fina estampa, caballero... caballero de fina estampa, un lucero..."
Y, apartándose del micrófono: ¿Viste lo que ha hecho Caetano Veloso con este tema? ¡Una belleza! Siga preguntando, flaca linda.

-Caballero cuente, por favor... aquellas noches porteñas cuando las orquestas salían de la calle Maipú...
- Ha cambiado tanto, todo. Yo trabajé quince años en la Revista, en el Maipo. Y además tenía que animar en el Marabú y en el Tabarís...
Se interrumpe y vuelve al aire.
- Usted acaba de escuchar a la increíble Chabuca Granda en ese canción tan bella, dedicada a su padre: "Fina estampa". Me acabo de acordar de un tema peruano hermoso, que no es de Chabuca Granda, pero que define lo que son las mañanas limeñas... Recita: "Callejas polvorientas, acequias rumorosas, bullicio cierrapuertas, menudo pie de moza, caricia de recuerdo del ayer..." Y continua, entonando varias estrofas a capella hasta que se interrumpe para saludar de pronto, a micrófono abierto, a una joven locutora: Hola Marianita. ¿Dónde andabas? ¿Querés hacer algo conmigo, de humor?
- Hola, Juan.
- ¿Hacemos la del llamado por teléfono? Empezá vos, querida.
- "Hola. ¿Con el Cementerio?
- Ahá.
- ¿Hablo con el Director?
- No.
- ¿Con el administrador?
- No.
- ¿Con el sepulturero?
- Tampoco.
- ¡Pero con quién hablo?
- Calcule."

Los locutores de la mesa vecina se ríen, mientras él, sin detenerse ya está hablando de Juan Lacaze, un pueblo que está "aquí cerquita cruzando el río. Ahora está de última moda, mejor dicho ¡de primera moda! un chico que nació allí, Osvaldo Laport, que no tengo aún el gusto de conocer pero me dicen que es encantador y buen tipo, además. Hace unos años nació en ese mismo pueblo otro señor, que ahora vive en Holanda. Este señor, un día se tomó "la Onda" -el bus que iba de Juan Lacaze a Carmelo- para ir a la Confitería Vesubio, que todavía está (el primer contrato que tuvo El Sabalero, que de él se trata, fue para ir a Carmelo) y allí, de camino, en "la Onda", empezó a escribir esta pavada: "Pantalón cortito, bolsita de los recuerdos... pantalón cortito con un solo tirador... Bochín de a medio..." ¿Se acuerda usté de eso? Bueno, ese señor era José Carbajal, El Sabalero.
- En Buenos Aires hay quienes creen que esa canción es de Leonardo Favio.
- Favio la popularizó aquí, es cierto. ¡Y cuando Leonardo Favio estuvo enamorado de Mariana Gil Laborde (mira a la locutora, que le sonríe) y Mariana se retiró de su vida para casarse con otro, Favio dijo: "Ella...Ella ya me olvidooooóó. ¡Y yo no pue-do ol-vi-darla!"
UN ARTE OLVIDADO
- "...Y retumba, retumba, tumba, retumba un bombo en mi corazón". Es el "Gato de la fiesta". ¡Qué bien cantaba este chico, Figueroa Reyes... -murmura, buscando algo entre muchos papeles- ¿Donde mieerrrda habré puesto... (yo, en mi vida privada soy muy mal habláu, porque ya tengo fama de fino pa'hablar en el trabajo)... Preguntáme lo que quieras, querida -exclama, mirando feliz el papel que precisaba.
- Tiene usted fama de “fino pa'hablar"... ¿Es un arte olvidado, conversar?
- Eso es algo que me gustaría contestarte al aire. Ya me abren el micrófono, esperá un segundo.
Le voy a contestar a una periodista que está acá con nosotros si el arte de la conversación se mantiene, se cultiva. No. Creo que no. Incluso me han contado que en España (donde yo hace unos años disfrutaba tanto esos cafés de sobremesa, de antes de la siesta, tan propicios para charlar) que ya no... ya no se estila conversar, como antes... Hace unos días he visto una película, con Harrison Ford... una película extraordinariamente inteligente ¡pero casi sin diálogo! ¡Pura tecnología!: Por ejemplo, alguien pregunta: "¿Dónde estará Rodríguez, de Cali? ¡Conéctemelo!" (la película es sobre narcotráfico colombiano), entonces se escucha "tactactac toctac toc" -el tecleteo de una computadora- y ya está conectado Rodríguez, de Cali, con José de Medellín o con el mafioso del Bronx de Nueva York. Todas son comunicaciones por computadora. Sólo algunas frases imperativas: "¡Atrápelo! ¡Atrápelo!" "¡Allá está!" y algún ruido de ametralladora. Eso, durante una hora y media de película. No me gusta el diálogo tecnológico.

- ¿En que consiste el arte de conversar?

- En el encanto.
- ¿El que tiene ese arte es "el centro de la reunión"? ¿o es el que abre camino para que otros se expresen?
- Casi te diría que el arte de conversar es el arte de saber escuchar.
Puede haber momentos en que alguien que sepa entretener, con un relato, se convierta en centro. Pero no conviene serlo largo rato... El que conversa bien es quien toma la oportunidad, dulce y exquisita, de decir la cosa... justita. Y después, vuelve al prudente silencio. Y todo esto, con placer: porque se siente muy feliz el que sabe escuchar al otro.

- ¿Extraña palabras que se han dejado de usar?
- Me gustaría que se usaran, algunas, con mayor frecuencia: "Gracias"... "¡Buen dia!"... "Disculpe"... "Me equivoqué"... "Ésta es su casa"...
¡Vamos a la música! Antes, quiero decirles que una vez se hizo un espectáculo hermosísimo, en una torre, allá en Europa (torre que despertó mucha indignación "por fea", cuando la diseñó en el siglo pasado el ingeniero Gustave Eiffel). Un 25 de mayo hace unos años se reunieron allí Mercedes Sosa, Jairo, Atahualpa Yupanqui... toda embanderada la torre. Conducía un servidor. Y La Negra cantaba esto, entre otras cosas: ¡para usted, que pide cosas cuyanas: Mercedes Sosa, "Quien te amaba ya se va"!
Vuelve a la entrevista, con rapidez de pájaro: ¿Ves? puedo exponer nomás una canción anunciando a Mercedes Sosa... o adornarla, presentándola así, para regocijar al oyente. "Quien te amaba ya se va... se acabaron tus tormentos..." -tararea. ¿Es una pena que se vaya, no?

- ¿Quién?
- El amor.
- ¿Usted cree que se va?
- Mmm...
- Cuando llegué, me habló de nostalgias y penas. Ahora, recién, le escuché una palabra infrecuente: regocijo. ¿Qué le da regocijo a su vida?
- Me da regocijo ver salir el sol, un poco antes de las ocho. Tengo la dicha, gracias a Dios, de vivir viendo el río. Me causa regocijo la lluvia en mi balcón, porque se me hace que es el modo que tienen mi madre y mi padre de acercarse a mí y de decirme "no llores, porque te hemos criado para que vivas a favor de la alegría". Me causa regocijo encontrarme con personas sensibles en esta ciudad, que ahora se ha vuelto algo más fría (no era así, antes). Me regocijó ver Montevideo como lo vi hace poquito, tan lindo, como siempre. Me regocija tratar con jóvenes que además de valorizar lo extranjero valorizan lo nuestro. Y la amistad de los jóvenes (fijáte que aquí -en la radio- locutores, informativistas, son todos veinteañeros ¿viste cómo me quieren? ¿viste el afecto que me dan? La chiquita, la locutora, está atenta siempre, cuando llego, para ver cómo ando del serio problema que ella sabe que tengo con uno de mis familiares). Valoro esa mirada... De muchacho tuve asma ¿sabés?... Cuando empecé a subir a un escenario y recibí el cariño de la gente, oh curiosidad, dejé de tener asma...
Me da regocijo intentar cada día mi trabajo. ¡Al que tengo que volver: ahí llegan estos muchachos, que se anunciaron para la promoción de su disco!

- Bueno. Adiós. Gracias.
- Y no me da ningún regocijo tener que despedirme de vos. Nunca me han gustado las despedidas.

---------------------------------------------------------------------------------------------

Mirá que me importabas...
Mirá que me importabas, arisca tierra mía,
displicente, rebelde y abúlica. Mirá...
Ha sido para anécdota creer que te olvidaba
y que tantos desdenes se podían borrar.

Mirá que me importaba tu manera agridulce,
tu socarronería y ese triste mirar
tus álbumes eternos y tus glorias gastadas
que todos conocimos... ¡Si sabremos! Mirá...

Mirá que me importabas... Ya estaba encallecida
la decisión rotunda de no volver jamás...
Y fue verte en el Cerro, tan igual a tu vida,
serena en el ascenso, sin quejas al bajar...

Y fue el troley grandote o el tamboril del Pepe
o la caña sin tiempo de un Fun-Fún que cambió
o ver El Astillero, de la mano de Onetti
o enterarme que Alfredo Zitarrosa murió.

Quiero enterrar mis muertos y resembrarme en hijos
isleros de un paisaje que un día volverá.
¡Mirá que me importabas! Ya estoy haciendo planes...
¡tan callada que estaba mi sangre de oriental!
Juan Carlos Mareco


http://wapedia.mobi/es/Juan_Carlos_Mareco

No hay comentarios.: